Día 3: Cedeira – Viveiro
El día 2 de abril volvió a amanecer totalmente encapotado, pero, al menos, ya no llovía. Bajamos a tomar el magnífico desayuno preparado por Petra, la otra persona al cargo de la Casa “As Jarras”. Especialmente la mermelada de limón estaba deliciosa. Entre que desayunamos, subimos a hacer las maletas y cargamos la moto, se empezaban a vislumbrar algunos claros entre las nubes. Nos pusimos en marcha y bajamos hacia Cedeira. Antes de tomar la carretera hacia Santo André de Teixido, volvimos al puerto a echar un vistazo de día. Y a la vuelta, una nueva improvisación: vimos un indicador que señalaba la dirección hacia el faro de Punta Candieira, y allá nos fuimos. El pequeño paseo valió bien la pena, pues las vistas del faro desde lo alto, con la costa acantilada al fondo, son increíbles. No tuvimos que dar vuelta atrás, pues el GPS nos llevaba camino de enlazarnos con la ruta planificada, y en un rato estábamos en ella. La siguiente parada, pues nos quedaba de paso, fue en le mirador de Chao do Monte, desde dónde se observa una magnífica panorámica desde arriba de la aldea de Santo André de Teixido, que era nuestro destino.
Dice la leyenda que a Santo André de Teixido “irás de muerto si no has ido de vivo”. Nosotros ya hemos cumplido, pero si llegado el momento hay que volver a ir, en peregrinación con la Santa Compaña, tampoco haremos ascos, pues en un lugar bien bonito. La aldea con su santuario están enclavados en una vaguada entre acantilados, sobre un derrumbe del terreno original hace millones de años. Las pruebas geológicas muestran evidencias que el terreno sigue en movimiento, como atestiguan grietas aparecidas en las rocas circundantes.
Visitado el lugar, el siguiente objetivo era la Garita de Herbeira, una caseta de piedra situada en lo más alto del acantilado, que formaba parte de un antiguo sistema de vigía y alerta. Compuesto por similares construcciones situadas en puntos elevados de la costa, permitían que los vigilantes abarcasen un gran área visual del mar, y en caso de emergencia se encendiese un fogata que era vista desde los demás puestos, y transmitida des este modo a los demás puntos de la red. Otras garitas de la red se situaban en Punta Candieira, O Limo, Cabo Ortegal, Porto de Espasante, Estaca de Bares o Punta da Insua, ya en Viveiro.
Faro de Punta Candieira
Santo André de Teixido
Garita de Herbeira
Ría de Ortiguieira
Desde esta red se divisó por primera vez a la conocida como Contraarmada, la flota invasora enviada en 1589 por la reina Isabel I de Inglaterra, comandada por Sir Francis Drake, en represalia por el fallido ataque español con la Gran Armada a sus tierras. Fruto de esta expedición se produjo el ataque a A Coruña, que fue repelido por las fuerzas de la ciudad al mando de María Pita, según cuenta la leyenda. SIn embargo, lo que será leyenda para nosotros son las vistas desde la Garita. En este lugar predomina un niebla perpetua, y en ninguna de las ocasiones que la he visitado he tenido suerte de ver nada más allá de dos palmos de mi narices; y esta ocasión no iba a ser ninguna excepción…
La garita está situada en el punto más de los acantilados de Vixía Herbeira, con un desnivel de 613 metros sobre el nivel del mar, y una pendiente del 80%. Estos acantilados realmente son las estribaciones de la Serra de A Capelada, que cae directamente sobre el océano, y están considerados como los más altos en mar abierto de la Europa continental, o el 4º más alto de toda Europa, tan solo superado por los de Croaghaun en Irlanda, el cabo Enniberg en las Islas Feroe y el descomunal acantilado de Hornelen en los fiordos noruegos, con 805 metros de caída casi vertical.
Con nuestro gozo en un pozo y una excusa para volver en la buchaca, seguimos a trompicones entra la densa bruma hacia el pueblo de Cariño. El lugar de bajar directamente, pasamos por el Mirador do Limo, desde el que hay una magnífica panorámica de toda la ría de Ortigueira, y seguimos hacia el siguiente destino: el faro de Cabo Ortegal. Este es el que se considera como punto divisorio entre las aguas el océano Atlántico y del mar Cantábrico, presidido por su majestuoso faro cilíndrico blanco y rojo.
Cabo Ortegal
La carretera comenzaba a secarse, y la temperatura subía poco a poco. Después de un rato disfrutando del lugar, comenzamos el camino de regreso, nos detuvimos en Cariño a repostar y continuamos en dirección a Ortiguieira. Ante la proximidad de la hora de comer, y en previsión de la dificultad de encontrar un lugar conde hacerlo, decidimos parar a la altura del pueblo de Sismundi; de esta forma, el siguiente lugar de visita lo encontraríamos más vacío, pues cuando llegásemos nosotros coincidiríamos con la hora de la comida de la mayoría de la gente. Y así fue. Despues de pasar Ortiguieira y empezar a remontar la orilla occidental de la ría, llegamos a los acantilados de Loiba, tan conocidos recientemente desde la instalación del autoproclamado “mejor banco del mundo”. No me atrevo a decir si lo es, pero el lugar es, desde luego, precioso. Nos encontramos el banco vacío, y lo pudimos disfrutar un buen rato, contemplando relajados las vistas que desde allí hay. Cuando ya nos hartamos de estar allí y comenzamos a explorar los alrededores, fue cuando llegó la marabunta de gente que habitualmente puebla el lugar en caulquier día festivo o de find e semana. Momento perfecto para volver a la carretera en busca de un nuevo punto de interés: el faro de Estaca de Bares.
Llegamos al pueblo de O Barqueiro con el día ya abierto, y tomamos el desvío hasta el faro. Esta vez nos lo encontramos abierto, pues este faro no está automatizado, y allí vive el farero, por lo que aquello es una vivienda particular, que habitualmente se encuentra cerrada. En esta ocasión no era así, y pasando por el patio, pudimos sobrepasar la torre del faro y por el sendero abierto por los caminantes, acceder al punto más septentrional de la Península Ibérica.
Después de la visita, en lugar de retroceder, nos dio por explorar una carretera que continúa hacia la derecha del faro, pasa a la altura de la antigua LORAN americana. La “Long Range Aid to Navigation” fue una base militar del servicios de Guardacostas estadounidense, establecido en Estaca de Bares a raíz de los acuerdos entre Franco y Eisenhower, después de la Segunda Guerra Mundial. Su principal propósito era poner en contacto aviones espía que podían activar las defensas nucleares americanas en caso de ataque soviético, en plena Guerra Fría. Se mantuvo operativa hasta 1970, momento en que asumió su control la Fuerza Aérea de Estados Unido, pasando a operar como estación de telecomunicaciones hasta 1991. Finalmente los terrenos fueron adquiridos por el concello de Mañón, y actualmente la base está en estado de ruina. Siguiendo la carretera llegamos hasta el Semáforo de Bares, actualmente un hotel ubicado en una antigua instalación militar que ejercía funciones de observación meteorológica, vigilancia y registro del tráfico marítimo que pasaba por la zona. Paramos a descansar un rato, nos tomamos un par de tónicas bien frescas y bajamos hasta el Puerto de Bares, únicamente a conocer el pueblo, antes de proseguir hasta nuestro alojamiento, un apartamento en el Hotel Thalasso Cantábrico, en la entrada de Cobas.
Como teníamos tiempo de sobras, decidimos hacer el check-in antes de nuestra última visita, pues así la podríamos hacer vestidos de calle. Y fue una buena decisión, pues nos dirigímos a la Punta Socastro, conocida popularmente como “Fuciño do Porco”; el acceso a la baliza donde culmina el recorrido demora sobre media hora, con constantes subidas y bajadas. Hacerlo con la ropa de moto puesta no es lo más adecuado, a menos que quieras llegar de vuelta totalmente empapado de sudor… También fue un acierto la hora, sobre las 7 de la tarde, pues nos evitamos las aglomeraciones que se intuían por la marea de gente de regreso que nos fuimos encontrando durante todo el recorrido.
Banco de Loiba
Cabo de Estaca de Bares
Pasarela de Fuciño do Porco
Ya con tiempo justo, una vez finalizado el paseo tomamos la moto y nos fuimo raudos y veloces a buscar un lugar donde cenar, pues el tiempo se nos echaba encima. Elegimos el Restaurante Fumeiro, en Cobas, en el que tras un entrante de anchoas del Cantábrico, nos sirvieron 4 descomunales tajadas, 2 de merluza de Celeiro y 2 de un rape que no podía pesar menos de 5 kilos. Obviamente, debido a su frescura, todo estaba excelente. Nos sorprendió el comentario del camarero, pues cuando preguntamos si disponían de mesas libres para cenar, nos dijo que tendría que preguntar, pues todavía en muchas e ellas se estaban recogiendo las comidas. Y es que somos como somos, y con la obligación de cierre a las 9 de la noche, en lugar de europeizarnos y cenar más temprano, lo que hemos hecho ha sido prolongar los turnos de comida, con clientes sentándose más allá de las 16:30 para el almuerzo!! Si es que no tenemos remedio…
Después de la opípara cena nos acercamos hasta Viveiro para aprovechar la hora que nos quedaba y dar un paseo y hacer la digestión. Cruzamos al casco antiguo por la Puerta de Carlos V y callejeamos sin rumbo hasta que el toque de queda se nos echó encima. De vuelta a nuestro apartamento, ya solo nos quedaba poner los bártulos a cargar y abandonarnos en los brazos de Morfeo, tras otro gran día en que la lluvia que nos había respetado, a pesar de las previsiones totalmente contrarias.