Etapa 9: Košice – Tokaj
Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021
Se acaba nuestra aventura eslovaca. Salimos de Košice, 4 cruces y 4 rotondas y estamos en la frontera. Nadie nos espera para despedirnos ni nadie nos recibe al otro lado. Dejamos atrás Eslovaquia y entramos en Hungría.
Lo que nos ha pasado con este país es un poco raro. Al principio, teníamos idea de hacer el viaje solo por aquí, pero como no abrían las fronteras a ningún ciudadano que no fuese de un país limítrofe, nos lo sacamos de la cabeza. Y ya con el viaje a Eslovaquia organizado, resulta que abren las fronteras y se conectan al sistema de certificados COVID. Total, “pa ná”. Nadie nos pide nada en la frontera, y la norma es clara: mascarilla solo en hospitales. Ya está. Y com esas, tiramos para adentro.
Nuestro destino es un pueblo en la zona noreste, Tokaj, conocido por sus vinos, que particularmente a Isa le encantan y compramos siempre que podemos. Las carreteras son francamente malas, muy bacheadas y continuamente con límites de 50. En un momento dado, a la altura de un paso a nivel, alcanzamos el punto más oriental de nuestro viaje, así que técnicamente ya empezamos a volver, no?
Camino de Tokaj nos encontramos con nuestro alojamiento, desviándonos unos 500 metros de la ruta. Aprovechamos para dejarles allí nuestro equipaje e ir algo más ligeros, que se esperaba un día de calor. Es una casa de turismo rural, sencilla pero acogedora y con piscina. Entramos y sale un señor a saludarnos y a darnos la bienvenida en un extraño galimatías de sonidos que suponemos que es húngaro. Le respondo en inglés, diciéndole que no hablamos húngaro, y él sigue en sus trece. Hablará en jeroglífico? Lo intento en alemán; mismo resultado. Con el español, gallego y portugués no tengo esperanzas, así que ni lo intento. Pues estamos apañados… Hasta que el buen hombre saca el móvil, pone una app de traducción húngaro-inglés y con eso vamos tirando. Asunto zanjado.
Después de dejar los bártulos, nos va os a Tokaj, donde tenemos cita en 2 bodegas, a las 11 y a las 2 de la tarde. Primero sacamos moneda local, que los húngaros siguen con su florín, y es necesario tener algún efectivo disponible.
En la región de Tokaj se cultivan 6 variedades de uva, algunas importadas y otras autóctonas. Elaboran varios tipos de vino, sobre todo vinos de mesa secos, con uvas moscatel francés y furmint. Pero lo curioso de la zona son sus vinos semi-dulces y dulces, sobre todo por la forma de elaborarlos. Necesitan veranos cálidos y otoños un poco lluviosos, en el que dejan que el hongo Botrytis cinerea ataque las uvas que todavía permanecen en las vides, secándolas de agua y otorgándoles ciertos aromas característicos.
Con estas uvas botryzadas elaboran diferentes vinos. El primero de ellos es el
Szamorodni. Cogen esos racimos de uvas, con una parte de los granos atacados por el hongo, los prensan, fermentan y dejan madurar en barricas un mínimo de 6 meses y después se embotella. Como detalle curioso, las botas son de roble húngaro por lo general, aunque también emplean el francés. Es un vino semi-dulce, con un residuo de azúcar de unos 100 a 120 gramos por litro, y con las fragancias típicas de los vinos de la zona.
Pero la cosa se complica con el
Aszú. Cuando tienen un buen año, se recogen grano a grano únicamente aquellos atacados por el hongo, totalmente arrugados y secos. Como es prácticamente imposible prensarlos al haber perdido el agua, se maceran entre 24 y 48 horas en mosto o vino joven de la región para rehidratar los granos,. Y en ese momento ya se pueden prensar. Después, fermentar, barrica y embotellado, con maduraciones de mínimo año y medio. El resultado es un vino dulce único, espectacular, considerado “rey de los vinos y vino de los reyes”, frase atribuida a Luis XVI, quien se enamoró totalmente de este brebaje, al igual que el zar Pedro el Grande, quien llegó a comprar cosechas enteras para llevar a San Petersburgo.
Conocimos un último vino, más asequible, llamado
Forditás. En este caso, una vez prensada la pasta de vino Aszú, se vuelve a mezclar con mosto de uvas normales, para transferirles una parte de esos aromas de los granos atacados por el hongo. Es un vino también dulce, pero más ligero, que puede incluso combinar bien con alguna comida, como carnes de caza, por ejemplo.
El no va más es el Eszenza de Tokaj, un néctar obtenido de la propia presión por el peso de las uvas botryzadas, que fluye gota a gota y se recoge. Rara vez supera el 5% de alcohol, con un azúcar residual exagerado. Se le atribuyen altas concentraciones de vitamina B, antioxidantes y penicilina, por lo que antaño tan solo se vendía en farmacias. Sus precios son absolutamente desorbitados.
Hacemos una primera cata en la bodega Hímesudvar y una segunda en Erszébet Pince (llamada así en honor a la zarina Isabel, hija de Pedro el Grande, que tuvo a la bodega bajo su control para la producción en exclusiva de caldos para ella). El resultado, un espectáculo, sobre todo el Aszú de 2003 de 6 puttonyos de la segunda bodega. Con los puttonyos se mide la cantidad de azúcar residual del vino, aunque antiguamente indicaba el número de cestas de uva botryzada por volumen de mosto. Pueden ser de 3 o 6 puttonyos (el 5 se ha dejado de usar) o de 7, reservado para los Eszenza.
Y nos llevamos también una buena castaña. Salimos de allí que, como no pusiésemos remedio, aquello iba a acabar mal. Así que. Os fuimos a comer, con agüita, que la tasa también es de 0,0 en Hungría. Tras acabar, sacamos un par de tomas con el dron y a nuestro alojamiento, que ya estaba bien de aventurillas por hoy.
Llegamos al alojamiento y la señora de la casa viene a ofrecernos higos maduros. Buenísimos. Tomamos un par de ellos y basta. Pero al rato, sale el marido de la casa, llevando en la mano una bolsa de papel. Se la ofrecen a Isa, la abrimos y nos quedamos de piedra. Una botella de vino espumoso. Resulta que Isa está de cumpleaños, lo han visto en la aplicación donde hemos reservado el alojamiento y se han ido a comprarle el detalle. Increíble, de esas situaciones en que las personas, sin pedirte permiso, meten una mano hasta el fondo de tu corazón para darle un achuchón.
La verdad es que siempre nos coincide el cumpleaños de Isa estando de viaje,pero nunca nadie había hecho esto. Una pasada. Emocionados, nos vamos a dar un baño a la piscina, y tiro un par de tomas con el dron. Espero poder montar un mini-clip y enviárselo, bien se lo merecen.
Antes de cenar todavía quedará un capítulo más cerrar el día. En Košice, el segundo día de descanso, aproveché para cambiar el depósito auxiliar de aceite del Scottoiler de la moto, el lubricador automático de la cadena. Había traído el nuevo, menos aparatoso y más cómodo de rellenar desmontado, pues yo lo había recibido después de enviar la moto a Milán. Pues algo debí hacer mal, pues la cerradura que abre el asiento se quedó bloqueada, por lo que ni podia rellenar el deposito del Scottoiler ni coger la documentación de la moto!
Con paciencia y maña conseguí acceder por el guardabarros y accionar la cerradura a mano y desmontar el asiento. Ya a la vista, el problema estaba localizado: el terminal de la funda de cable del cerrojo se había salido de su presilla. El problema era que había que desmontar la tapa lateral del subchasis de la moto, y para ello, el portaequipajes… Menos mal que entre una llave inglesa que llevo, un juego de llaves allen y la linterna plegable de Lidl, fue suficiente. Con paciencia y maña, en media hora todo estaba montado de nuevo, y yo con las manos llenas de grasa. Ahora ya podíamos cenar, charlar un rato, escribir la crónica del día y a planchar la oreja. Al día siguiente, quedarían más kilometros por delante.