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El lado oscuro te atrapa
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MensajePublicado: Mié, 22 Sep 2021, 14:04 
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Dia de descanso: Košice

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Košice siempre nos había suscitado dudas. Al principio, habíamos planteado un día de parada, que después acabamos quitando para gastarlo en Hungría. Pero nos habían hablado muy bien de su centro histórico, así que finalmente volvimos a ponerlos.

Y no se puede negar que Košice es una ciudad muy bonita, incluso más interesante que la propia capital, Bratislava, y en la que se percibe más actividad y más querencia por la cultura y el arte. Pero no deja de ser una ciudad pequeña, de 200.000 habitantes, y aunque a nosotros nos gusta visitar los puntos de interés de cada lugar y saber lo que vemos y pisamos, tampoco somos unos eruditos para contratar visitas guiadas en cada templo o palacio que se nos cruza en el camino.

De ese modo, dedica os la mañana a visitar algo que nos había quedado pendiente del día anterior, y nos quedaba una tarde libre sin demasiados quehaceres. Así que nos dirigimos en primer lugar al Aeropuerto de Košice, pues a su lado se encuentra el Museo de la Aviación de Eslovaquia. Dimos unas cuantas vueltas para encontrarlo, pues bien señalizado no está, pagamos la entrada y entramos. El museo recorre la historia de la aviación en el país, exponiendo aparatos empezando con un Demoiselle de 1909 hasta aparatos más modernos y espectaculares como un MIG-29. Nada más entrar, nos encontramos con una exposición de motores de aviones de todos los tipos: boxer, en linea, en V, radiales, radiales dobles, y la “superstar”, un motor de doble émbolo opuesto. Me puse las botas, sinceramente; y le di una chapa a Isa que todavía le está bailando la cabeza a la pobre… al final de la expo, un Messerschmitt BF-109 de la Segunda Guerra Mundial nos avanzaba lo que venia a continuación.

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Pasamos a un recinto exterior cubierro con una carpa y allí se hacinaban Mirage-III, F-104, F-4, F-5, Antonov AN-2Saab Draken, Saab Viggen, SU-22, y varios más que no recuerdo ya, y en medio, el espectacular MIG-29, creado por la URSS como desafía al F-15 Strike Eagle. Fuera de la carpa hay más aviones, desde un Ilushin del presidente eslovaco a varios SU-22 en diferentes versiones, así como un espectacular helicóptero MI-24, o un terrible misil balístico intercontinental RT-23 “Molodets”, ideado dura te la guerra fría para poder poner una ojiva nuclear a 11.000 kilómetros de distancia.

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Todo son máquinas espectaculares, pero con un lado negativo, muy siniestro. Me fascina la capacidad del ser humano de hacer evolucionar la tecnología y superar cada reto que diariamente aparecen tras cada avance; pero no me deja de entristecer que una de las mayores motivaciones que nos lleven a hacerlo sea para la guerra y matar a otros seres humanos. Es así de triste, pero trato de quedarme con la parte tecnológica y disfrutar de estas muestras de ello, inertes en un descampado.

El museo también tiene una sección dedicada a otros medios de transporte, como coches, motos y bicicletas, centrado en la nostalgia de aquellos aparatos de la época comunista del país, como antiguos Skoda o motos CZ y Jawa. Incluso había enseres de otra actividad que nos apasiona, el esquí, incluyendo un scooter de nieve que bien nos vendría alguna vez, cuando el cuerpo ya no puede más!

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Con Isa ya saturada de mi verborrea, abandonamos el museo, con el resto del día libre. Camino de la ciudad habíamos visto un centro comercial, así que con la disculpa del calor que hacía, nos entregamos momentáneamente al shopping. Fuimos más a curiosear que a orra cosa, pues tampoco sobra espacio en la moto como para llevar nada a mayores, pero acabamos entrando en una tienda de Columbia, una marca de montaña que nos gusta bastante a ambos, y de la que no suele haber tiendas en España. Una camiseta, un vestido (para Isa, obviamente, y una mochila compresible, que la que tenemos empieza a romperse por las costuras. Por cierto, es un accesorio que recomendamos llevar en cualquier viaje en moto; ocupa algo así como 2 paquetes de tabaco y tiene una capacidad de 22 litros, suficientes para llevar una compra o cámaras y cachivaches durante un paseo.

Acabadas las compras, nos fuimos al hotel. Una siesta, recomponer equipajes y revisar próximos alojamientos, pues vamos un poco a salto de mata (raro es el día que tengamos cama donde dormir más allá de 2 días vista…), y volvimos al centro. De camino, pasamos por la Plaza del Maratón de la Paz, a escasos 100 metros del hotel. En Košice se celebra la maratón más antigua de Europa, y la segunda del mundo, tras la de Boston, y han erigido un monumento con inscripcion de sus ganadores, con nombres ilustres entre ellos. Llama la atención que el último sea un eslovaco desconocido, pero claro, ante la imposibilidad de acceder atletas extranjeros por la Covid en 2021, el título se quedó en casa.

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Después, un paseo por la plaza mayor de nuevo, nos paramos a ver la Columna de la Peste que está situada tras el Teatro Nacional y nos fuimos a nuestra cervecería de referencia. Nos fijamos que la cervecería tiene 2 secciones, tanto interiores como de terraza: una de cervezas industriales y otra de artesanales. Elegimos la segunda, probamos varias cervezas y picoteamos algo. Acabamos cambiándonos de local a otra bodega, donde dejados llevar por la euforia etílica, pedimos más cerveza, que entraba bien, pero innecesariamente, algo más para cenar. Nuestra última y opípara cena en Eslovaquia.

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MensajePublicado: Mié, 22 Sep 2021, 15:23 
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Etapa 9: Košice – Tokaj

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Se acaba nuestra aventura eslovaca. Salimos de Košice, 4 cruces y 4 rotondas y estamos en la frontera. Nadie nos espera para despedirnos ni nadie nos recibe al otro lado. Dejamos atrás Eslovaquia y entramos en Hungría.

Lo que nos ha pasado con este país es un poco raro. Al principio, teníamos idea de hacer el viaje solo por aquí, pero como no abrían las fronteras a ningún ciudadano que no fuese de un país limítrofe, nos lo sacamos de la cabeza. Y ya con el viaje a Eslovaquia organizado, resulta que abren las fronteras y se conectan al sistema de certificados COVID. Total, “pa ná”. Nadie nos pide nada en la frontera, y la norma es clara: mascarilla solo en hospitales. Ya está. Y com esas, tiramos para adentro.

Nuestro destino es un pueblo en la zona noreste, Tokaj, conocido por sus vinos, que particularmente a Isa le encantan y compramos siempre que podemos. Las carreteras son francamente malas, muy bacheadas y continuamente con límites de 50. En un momento dado, a la altura de un paso a nivel, alcanzamos el punto más oriental de nuestro viaje, así que técnicamente ya empezamos a volver, no?

Camino de Tokaj nos encontramos con nuestro alojamiento, desviándonos unos 500 metros de la ruta. Aprovechamos para dejarles allí nuestro equipaje e ir algo más ligeros, que se esperaba un día de calor. Es una casa de turismo rural, sencilla pero acogedora y con piscina. Entramos y sale un señor a saludarnos y a darnos la bienvenida en un extraño galimatías de sonidos que suponemos que es húngaro. Le respondo en inglés, diciéndole que no hablamos húngaro, y él sigue en sus trece. Hablará en jeroglífico? Lo intento en alemán; mismo resultado. Con el español, gallego y portugués no tengo esperanzas, así que ni lo intento. Pues estamos apañados… Hasta que el buen hombre saca el móvil, pone una app de traducción húngaro-inglés y con eso vamos tirando. Asunto zanjado.

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Después de dejar los bártulos, nos va os a Tokaj, donde tenemos cita en 2 bodegas, a las 11 y a las 2 de la tarde. Primero sacamos moneda local, que los húngaros siguen con su florín, y es necesario tener algún efectivo disponible.

En la región de Tokaj se cultivan 6 variedades de uva, algunas importadas y otras autóctonas. Elaboran varios tipos de vino, sobre todo vinos de mesa secos, con uvas moscatel francés y furmint. Pero lo curioso de la zona son sus vinos semi-dulces y dulces, sobre todo por la forma de elaborarlos. Necesitan veranos cálidos y otoños un poco lluviosos, en el que dejan que el hongo Botrytis cinerea ataque las uvas que todavía permanecen en las vides, secándolas de agua y otorgándoles ciertos aromas característicos.

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Con estas uvas botryzadas elaboran diferentes vinos. El primero de ellos es el Szamorodni. Cogen esos racimos de uvas, con una parte de los granos atacados por el hongo, los prensan, fermentan y dejan madurar en barricas un mínimo de 6 meses y después se embotella. Como detalle curioso, las botas son de roble húngaro por lo general, aunque también emplean el francés. Es un vino semi-dulce, con un residuo de azúcar de unos 100 a 120 gramos por litro, y con las fragancias típicas de los vinos de la zona.

Pero la cosa se complica con el Aszú. Cuando tienen un buen año, se recogen grano a grano únicamente aquellos atacados por el hongo, totalmente arrugados y secos. Como es prácticamente imposible prensarlos al haber perdido el agua, se maceran entre 24 y 48 horas en mosto o vino joven de la región para rehidratar los granos,. Y en ese momento ya se pueden prensar. Después, fermentar, barrica y embotellado, con maduraciones de mínimo año y medio. El resultado es un vino dulce único, espectacular, considerado “rey de los vinos y vino de los reyes”, frase atribuida a Luis XVI, quien se enamoró totalmente de este brebaje, al igual que el zar Pedro el Grande, quien llegó a comprar cosechas enteras para llevar a San Petersburgo.

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Conocimos un último vino, más asequible, llamado Forditás. En este caso, una vez prensada la pasta de vino Aszú, se vuelve a mezclar con mosto de uvas normales, para transferirles una parte de esos aromas de los granos atacados por el hongo. Es un vino también dulce, pero más ligero, que puede incluso combinar bien con alguna comida, como carnes de caza, por ejemplo.

El no va más es el Eszenza de Tokaj, un néctar obtenido de la propia presión por el peso de las uvas botryzadas, que fluye gota a gota y se recoge. Rara vez supera el 5% de alcohol, con un azúcar residual exagerado. Se le atribuyen altas concentraciones de vitamina B, antioxidantes y penicilina, por lo que antaño tan solo se vendía en farmacias. Sus precios son absolutamente desorbitados.

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Hacemos una primera cata en la bodega Hímesudvar y una segunda en Erszébet Pince (llamada así en honor a la zarina Isabel, hija de Pedro el Grande, que tuvo a la bodega bajo su control para la producción en exclusiva de caldos para ella). El resultado, un espectáculo, sobre todo el Aszú de 2003 de 6 puttonyos de la segunda bodega. Con los puttonyos se mide la cantidad de azúcar residual del vino, aunque antiguamente indicaba el número de cestas de uva botryzada por volumen de mosto. Pueden ser de 3 o 6 puttonyos (el 5 se ha dejado de usar) o de 7, reservado para los Eszenza.

Y nos llevamos también una buena castaña. Salimos de allí que, como no pusiésemos remedio, aquello iba a acabar mal. Así que. Os fuimos a comer, con agüita, que la tasa también es de 0,0 en Hungría. Tras acabar, sacamos un par de tomas con el dron y a nuestro alojamiento, que ya estaba bien de aventurillas por hoy.

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Llegamos al alojamiento y la señora de la casa viene a ofrecernos higos maduros. Buenísimos. Tomamos un par de ellos y basta. Pero al rato, sale el marido de la casa, llevando en la mano una bolsa de papel. Se la ofrecen a Isa, la abrimos y nos quedamos de piedra. Una botella de vino espumoso. Resulta que Isa está de cumpleaños, lo han visto en la aplicación donde hemos reservado el alojamiento y se han ido a comprarle el detalle. Increíble, de esas situaciones en que las personas, sin pedirte permiso, meten una mano hasta el fondo de tu corazón para darle un achuchón.

La verdad es que siempre nos coincide el cumpleaños de Isa estando de viaje,pero nunca nadie había hecho esto. Una pasada. Emocionados, nos vamos a dar un baño a la piscina, y tiro un par de tomas con el dron. Espero poder montar un mini-clip y enviárselo, bien se lo merecen.

Antes de cenar todavía quedará un capítulo más cerrar el día. En Košice, el segundo día de descanso, aproveché para cambiar el depósito auxiliar de aceite del Scottoiler de la moto, el lubricador automático de la cadena. Había traído el nuevo, menos aparatoso y más cómodo de rellenar desmontado, pues yo lo había recibido después de enviar la moto a Milán. Pues algo debí hacer mal, pues la cerradura que abre el asiento se quedó bloqueada, por lo que ni podia rellenar el deposito del Scottoiler ni coger la documentación de la moto!

Con paciencia y maña conseguí acceder por el guardabarros y accionar la cerradura a mano y desmontar el asiento. Ya a la vista, el problema estaba localizado: el terminal de la funda de cable del cerrojo se había salido de su presilla. El problema era que había que desmontar la tapa lateral del subchasis de la moto, y para ello, el portaequipajes… Menos mal que entre una llave inglesa que llevo, un juego de llaves allen y la linterna plegable de Lidl, fue suficiente. Con paciencia y maña, en media hora todo estaba montado de nuevo, y yo con las manos llenas de grasa. Ahora ya podíamos cenar, charlar un rato, escribir la crónica del día y a planchar la oreja. Al día siguiente, quedarían más kilometros por delante.

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MensajePublicado: Mié, 22 Sep 2021, 15:23 
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Etapa 10: Tokaj – Budapest

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Nos vamos de Tokaj, pues tiene demasiado peligro para nosotros porque ese vino nos gusta demasiado. Nos ha encantado conocer au historia, su proceso de elaboración y sobre todo, conocer otras variedades que se hacen en la misma zona.

Desayunamos bien a gusto, con embutidos locales bien cargados de paprika, cargamos los bártulos sobre la moto y nos despedimos con cierta pena de nuestros anfitriones. El gesto de ayer nos ha tocado. Y ponemos rumbo a Budapest.

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Las carreteras nos van llevando hacia el oeste poco a poco, a trompicones. Las carreteras húngaras son bastante malas, bacheadas, parcheadas y sucias. Los arcenes son de tierra, y el paso de camiones, que pisan fuera en pasos comprometidos, deja arena en la calzada, lo cual no le gusta demasiado a Lipizzana, que se queja y se retuerce cuando la pisa. Además el avance es muy lento. Da la impresión de por queda kilómetro a 90 km/h hay 5 a 50. Todo son travesías de pueblos, que además, tiene el efecto de concentrar el tráfico y cuando empieza un tramo entre poblaciones, tienes que estar todo el rato adelantando, y no siempre es posible.

Y la verdad es que el paisaje tampoco acompaña. Del terreno ligeramente ondulado de Tokaj hemos salido a la vasta Llanura Centroueropea. Los horizontes se han escapado a decenas de kilómetros de distancia y no hay nada que ver, ni siquiera pueblos interesantes en el camino. Todo esto hace que tras una hora y poco de carretear, opte os por la solución más drástica: la autopista.

En Hungría es necesario también el pago de un viñeta, que además es electrónica. Das los datos de matrícula al empleado de la gasolinera, y al cambio de unos 5€ puedes circular 1 semana por las vías de alta capacidad del país. Así que ponemos pies en polvororsa y en poco más de hora y media llegamos a Budapest. Nuestra primera parada será un Decathlon, pues creemos que necesitaremos un par de gorros de baño. Y después, al hotel a dejar los bártulos.

Lo que está claro es que los hoteles los tiene que elegir Isa. Ella tiene más paciencia que yo para estas cosas, se para y acaba encontrando autenticas joyas. En esta ocasión ha elegido el MS Cézanne, que como su nombre indica (por lo de “MS”), es un barco. Concretamente, es un crucero fluvial fabricado en un astillero alemán y usado en el Rhin a su paso por Basilea hasta el momento de su jubilación, en que fue enviado a Budapest y amarrado en el ría Danubio para servir como alojamiento.

Bajamos al nuestro camarote y la sensación es muy rara. Al mirar por el ojo de buey, que da a la parte de Pest, se ve fluir el agua del río, que queda a la altura de la cintura, lo cual da la sensación de que el barco se mueve; sin embargo, el horizonte está quieto, y eso desconcierta los sentidos. Sea como fuere, justo enfrente tenemos el monumental y archiconocido Parlamento de Budapest, y eso quita todas las penas.

Pero no hemos venido a encerrarnos en ningún hotel, ñor bonito que sea. Nos vamos a la calle. Hungría en general y Budapest en particular son conocidos por su termalismo. Los abundantes afloramientos de agua termal hacen que haya baños públicos por todas partes. Nosotros hemos elegido los Baños Széchenyi, las más conocidas junto con las Géllert. Como están ubicadas en el Parque de la Ciudad, no nos molesta os en coger la moto; iremos en meteoro, porque para llegar allí es necesario tomar la famosa línea 1, la segunda más antigua del mundo por detrás del meteo de Londres. Las estaciones son preciosas, con sus alicatados de azulejo blanco biselado colocado al tresbolillo, y los pilares de acero remachado. Eso si, los vagones son algo más modernos que los de la anterior vez que había estado en la ciudad… pero no mucho más.

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En poco más de media hora de viaje en el tiempo llegamos a las termas. Llevamos hambre, así que comemos algo delante del edificio neobarroco de principios de siglo de las termas, y nos vamos para adentro. El aforo está completo, como es habitual. Sin embargo, los turistas curiosean las piscinas interiores, y hace que los 3 vasos al aire libre no estén demasiado saturados. Eso si, conseguir una ha,aca es misión imposible. Nos metemos en el vaso caliente y la sensación es… abrasadora. Agua a 36º, con la misma temperatura ambiente y poco más la corporal. Sin embargo, según te vas acostumbrando, te sientes más a gusto. Os damos unos chorros en los hombros y vamos a probar el otro vaso. 27º. Pero si está helada!!! Esto del contraste de temperaturas es un cachondeo… Nos quedamos allí otro buen rato y cuando el sol empieza a caer y deja la piscina en la sombra, volvemos a la primera. Agotamos todo el tiempo, hasta que el socorrista empieza a desalojar bañistas a sibatazo limpio. Cogemos metro de vuelta a nuestra parada y camino del hotel para os a cenar. Gulyás y carne de caza, regado con un tinto húngaro, lo mejor de la cena.

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Ya en el barco, no se acabarían las anécdotas. Mientras Isa se acondiciona el pelo tras los baños públicos, subo a la cubierta superior, escribo en el blog, hablo con mi padre… y aparece el recepcionista, preguntando quién tenía coche aparcado en el muelle, pues la policía los estaba desalojando. El motivo es que la calle se está cerrando para los preparativos del día de la Fiesta Nacional, que se celebra un espectáculo pirotécnico desde barcazas en el río, y claro, estamos enfrente del Parlamento… Le digo que yo no tengo coche, que tengo moto, a lo que me responde que también debo retirarla. Le pregunto de nuevo que a dónde puedo llevarla, el hombre se queda pensativo y me espeta:

– “Tu moto cabe por la pasarela?”

Le respondo que si, que en el peor de los casos sólo tendría que quitarle las maletas (aunque lo más ancho realmente es el manillar, pensé más tarde…).

Y de esa manera, ante la mirada atónita de la policía y del resto de huéspedes, Lipizzana cruzó la pasarela del MS Cézanne y los 3 pasamos la noche en un barco-hotel amarrado en el Danubio, enfrente del Parlamento de Hungría.

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MensajePublicado: Jue, 23 Sep 2021, 10:42 
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Día de descanso: Budapest

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Pues ya estamos en Budapest, y al igual que Viena y Bratislava, esta ciudad merece un día de parada. Realmente tocaba pagar una deuda, pues yo ya había estado aquí hace 8 o 9 años, por trabajo, e Isa siempre tuvo ganas de ir. Por eso que cuando vimos que se abría la oportunidad, ni lo dudamos.

Budapest es una ciudad monumental, al igual que Viena, pero con un aire de decadencia que le dan un ambiente diferente. Era la capital del Reino de Hungría, y como parte del Imperio Austrohúngaro, los Habsburgo le dieron importancia y la hicieron crecer, algo que continuaron haciendo los propios húngaros. La propia emperatriz Sisi pasaba en Budapest largas temporadas, pues era una ciudad perfecta para ella ya que queda cerca de Viena, y ella no se llevaba especialmente con la suegra.

Dedicamos el día a hacer turismo, básicamente, por lo que no tuvo demasiada historia que contar. Siempre digo que nuestro blog de viajes es un simple relato de nuestras experiencias, como un diario o un álbum de recuerdos, pero no pretende ser una guía turística. Tenemos la creencia de que cada uno tiene una forma diferente de viajar, y lo que vale para nosotros no tiene por qué valer para los demás.

Quien lleva las riendas en estos casos es Isa, y había elegido de nuevo un Free Tour, que siempre hemos tenido buenas experiencias con ellos. Quedamos a la hora convenida con Sandra, una chica de Burgos que vive en la ciudad, enfrente del Parlamento, donde empezaríamos el tour por los lugares más notables de Pest: Plaza de la Libertad, Catedral de San Esteban, Gran Sinagoga, barrio judío, … Sandra resultó ser una guía muy amena y preparada, con unos extensos conocimientos de la historia de Hungría y de la ciudad.

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Terminado el tour, nos había gustado de tal manera que allí mismo decidimos apuntarnos al de la tarde, en la parte de Buda. Pero como teníamos tiempo, todavía nos entretuvimos un rato antes. Primero fuimos al Szimpa, un ruin bar tan de moda en Centroeuropa, y el más popular de Budapest. Allí coincidimos con Carla y sus secuaces, 5 amigos de Cuenca con los que ya habíamos compartido tour. Todos compramos embutidos y quesos en el Szimpa para acompañar las cervezas y los pusimos en común. De allí fuimos a comer al Fuego, un local regentado por un español, especializado en aves, y finalmente fuimos a tomar el postre a la cafetería del Hotel New York. Un capricho como cualquier otro. El lugar es una maravilla, pero 5,50€ por un expresso es un poco excesivo, para nuestro gusto. Al terminar, nos despedimos de la pandilla de Cuenca y nos fuimos pitando al lugar de encuentro del tour vespertino.

Esta vez Sandra nos llevó por la colina de Buda, el lugar donde se fundó la ciudad, estuvimos recorriendo lugares como la muralla, la iglesia de San Matías, el Bastión de los Pescadores y para finalizar, el Castillo de Budapest, símbolo del poder de los Habsburgo inicialmente y de su fin posteriormente.

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Un día intenso de pateo, de arte y de historia. Nos llevamos un mayor conocimiento general de la ciudad, y si algún día quisiéramos profundizar en algo, siempre estaremos a tiempo de coger un avión y volver, ya a tiro fijo. Bajamos del Bastión de los Pescadores hacia el río, y antes de seguir el cauce hacia arriba en busca de nuestro hotel, nos paramos en una terraza a cenar. Pollo a la paprika con galuska, otra receta rica que habrá que investigar como reproducir en casa.

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MensajePublicado: Jue, 23 Sep 2021, 10:44 
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Etapa 11: Budapest – Héviz

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Llegó la hora de dejar Budapest atrás. La verdad es que somos un poco culoinquietos viajando, y rara vez encontramos motivos para quedarnos más de 2 días en una ciudad. nuestras preferencias van más por la naturaleza y un turismo más activo que el callejeo urbano, así que después de 2 tours por la ciudad, nos llevábamos la idea suficiente para una futura escapada más a fondo, si nos apeteciere, pero por el momento todo estaba hecho ya.

Así que no sin poco trabajo, debido al corte de la calle del hotel, cargamos la moto y pusimos rumbo al lago Balaton. Aprovechamos la viñeta pagada y cubrimos la distancia hasta Siófok por autopista, que queda en la orilla sur del lago Balaton. El,lado meridional es dónde se concentra todo el turismo “playero” de la zona, nosotros queríamos ir a la orilla norte, así que nos acercamos a Szántód para coger un ferry que cruza el lago por su parte más estrecha. Lo tomamos y desembarcamos en Tihany, donde paramos a tomar un granizado, ya que el calor apretaba.

La idea era ir cogiendo carreteras y visitar el Parque Nacional de las Tierras Altas de Balaton. La primera parada sería el Kotenger, o Mar de Piedras, un paraje de rocas erosionadas por los elementos otorgándoles formas caprichosas. Sin embargo, la experiencia resultaría todo un fiasco. Dejamos la moto aparcada y empezamos a caminar. El calor de la tarde empieza a pesar, y a mi especialmente. Me siento desfallecido, sin fuerzas, como con un bajón de tensión. No sé qué puede ser, per de repente saltan las alarmas: y si me he infectado de Covid? No sería de extrañar, pues en Hungría no existe ninguna clase de restricción en cuanto a aforos, aglomeración de personas o uso de mascarillas. Sin embargo, los síntomas no coinciden. Echando la memoria atrás, recuerdo que el mango que he desayunado, demasiado verde, no me había sentado muy bien. Sea como fuere, decidimos no visitar las columnas de basalto de Kisapáti y irnos directamente a nuestro alojamiento en Héviz.

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Tran instalarnos evaluamos si sería buena idea irnos al lago termal, el mayor de Europa, con 47.500 metros cuadrados de lámina de agua. Llega a alcanzar los 38 metros de profundidad, de donde mana un caudal de agua termal capaz de renovar todo el contenido del lago cada 72 horas. En el centro del lago existe una caseta del siglo XVIII quese conserva tal y como fue construida, desde la cual se puede acceder a una especie de piscina interior con el agua a 33º. Compramos unas “salchichas” de espuma y nos vamos al agua. Por alguna razón, en el agua me siento mejor, y nos quedamos hasta la hora de cierre, las 7 de la tarde. Todavía cubrimos una buena distancia nadando de aquí para allá!

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Después de la sesión termal, nos va os a cenar, algo nada complicado. Ya tenía hambre; lo corroboraban mis tripas haciendo ruidos ya desde el lago. Sin embargo, la cena no me acaba de sentar bien del todo. No cabe duda, había pillado una indigestión, probablemente a causa de la fruta poco madura. Ya solo quedaba meterse en cama y dormir, descansar y recuperarse.

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MensajePublicado: Jue, 23 Sep 2021, 10:45 
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Etapa 12: Héviz – Liezen

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Salimos de Héviz con tiempo desapacible, frío, nublado y amenazante de lluvia. Un día “plof”, igual que los ánimos, pues ayer había finalizado teóricamente el viaje y empezamos el regreso a casa.

Salimos de Hungría por carretera, camino de Murska Sobota, en Eslovaquia. Pero ya metidos en obras, por qué no prolongar hasta Maribor, y visitar la segunda ciudad del país? (Lubljana, la capital, ya la conocemos de nuestro viaje en 2013). Llegamos, aparcamos la moto y nos vamos a recorrer el casco antiguo, en el centro. Lo encontramos bonito, sin nada reseñable, como cualquier ciudad centroeuropea que conserva sus raíces medievales. Si nos llama la atención su estación de esquí, que sin ser muy grande, tiene una pista de Copa del Mundo, y se puede acceder a ella en autobús desde el mismo centro.

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Aprovechamos la parada para comer, y nos ponemos en marcha hacia Austria, pues todavía nos queda un largo camino por delante. La carretera que sube el curso Drava hacia la frontera austríaca nos parece simplemente preciosa, de suaves cuevas rápidas en paralelo con el curso del agua. Alcanzamos en paso fronterizo en donde nos paran 2 militares allí apostados. Tras las preguntas de rigor de a dónde vamos y si nos vamos a detener en Austria, seguimos adelante.

Entramos por el estado de Carintia, y la carretera nos lleva en dirección norte, hacia Wolfsberg, donde nos detenemos a tomar un helado en el local de un simpático italiano que nos da conversación en castellano por primera vez en muchos días. No deja de sorprenderle qué diablos hacen allí una pareja de españoles, apartados de las rutas turísticas.

Reanudamos la marcha hacia Spielberg, donde se encuentra el conocido circuito Red Bull Ring, que acaba de acoger pruebas del mundial de Motociclismo el fin de semana anterior. Estamos ya en el estado de Estiria. La carretera empieza a ascender poco a poco, por una carretera rápida, y vamos avanzando kilómetros hasta que en Hohetauern superamos el Paßhöhe, a 1.274 metros de altitud. A partir de ahí, comenzamos ya a descender hacia Liezen, la última parada del día.

Seguimos adelante sin contemplaciones. La temperatura cae la tarde se vuelve más fría, lo cual nada conviene a Isa. Si el día anterior era yo el que me encontraba mal, esta vez era ella quien sentía la amenaza de la migraña, que a pesar de la medicación, terminó por producirse. Afortunadamente fue a poco de nuestro hotel, de manera que subimos inmediatamente a nuestra habitación a descansar, pues vaya par de días que llevábamos…

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MensajePublicado: Jue, 23 Sep 2021, 10:48 
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Etapa 13: Liezen – Ötz

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Una larga noche de reposo, sin excesos y muchas horas de sueño, parece que han sentado bien a la cabeza de Isa y a mi estómago, para resolver nuestros problemas de migraña e indigestión respectivamente. Como el hotel no tiene opción de desayuno, nos levantamos y compramos para desayunar en un supermercado que queda justo al lado.

Por la ventana vemos el piso del parking mojado, y cómo llueve con cierta intensidad por momentos, por lo que decidimos salir totalmente equipados para la lluvia, y bajo un cielo plomizo iniciamos la larga etapa que nos queda por delante. Estamos regresando a casa, todavía muy lejos, y la idea de que el viaje ha terminado resulta un poco deprimente. Apetece llegar ya, sin transiciones, sin esas jornadas de moto interminables que solo son traslados de un lugar a otro.

Hoy cruzaremos una gran parte de Austria, desde Liezen hasta Ötz. La idea inicial era parar en Innsbruck, pero el coste de los alojamientos, para estar parados una sola noche y seguir nuestro periplo, era desmesurado, por lo que optamos por hacer unos pocos kilómetros más.

Nuestra viñeta estaba caducada, por lo que empezamos el día por carretera convencional. Ya tendríamos tiempo de meternos en autopista si fuese necesario… La primera parte del trayecto fue desandar parte de la cuarta jornada, dejando atrás Liezen y Schladming hasta llegar a Radstadt, donde nos desviaríamos para tomar una carretera alternativa. Estamos ya en el dominio Ski Amade, y conocemos bien esa carretera de otras ocasiones, pues la habremos transitado 4 o 5 veces.. va pasando por las estaciones de esqui de Ratadt, Altenmarkt, Flachau, Flachauwinkl y Wagrain hasta Sankt Johan im Pongau. Pero en la penúltima localidad, nuestra progresión se corta de repente. Ya nos hemos percatado en los últimos kilómetros que la calzada está llena de barro y piedras, y nos vamos cruzando numerosos operarios haciendo trabajos de limpieza. Las consecuencias de las severas inundaciones de julio son mayores de lo que podríamos haber imaginado, y las lluvias de los últimos días han caído sobre mojado. Pero al llegar al centro de Wagrain, nos encontramos la carretera totalmente cortada por los trabajos.

Llevar el GPS desconectado del móvil provoca que no se actualicen las incidencias de trafico, pero nuestra unidad Garmin zūmo 396 siempre ha dado problemas cuando lleva los datos activos. Se vuelve muy le to, y no es capaz ni de dibujar el mapa. Así que, como consecuencia, acabamos en un atolladero del que solo podemos salir dando vuelta unos 12 kilómetros hasta Altenmarkt. A la altura del Rot 8er, el remonte mecánico que da acceso a la estación de Wagrain, nos detenemos para ir al baño, beber algo y replantear la ruta. Dar un rodeo y volver al plan inicial puede suponer una pérdida de tiempo considerable, que en una jornada tan larga no creíamos conveniente asumir, por lo que optamos seguir con los ojos cerrados la recomendación de ruta del GPS.

Tras haber actualizado la información de tráfico, el navegador decide desviarnos en Altenmarkt hacia Bischofshofen, localidad célebre por albergar una de las sedes del torneo de los 4 Trampolines de saltos de esquí que se celebra cada inicio de año. En el cruce ya vemos a una patrulla de policía desviando el tráfico que pretende tomar la dirección de donde venimos. La carretera que tomamos discurre plana y zigzagueante por el fondo de un valle, siguiendo el cauce de un río. Pero inmediatamente, tras superar Bischofshofen, el trazado comienza a ascender, remontando la montaña. Pocos kilómetros más tarde, llegamos a una localidad que reconocemos, y nos llevamos la sorpresa del día. Hemos alcanzado Mühlbach, centro de uno de los sectores que conforman el dominio esquiable de Hochkönig, probablemente una de las estaciones de esquí más bellas de Austria. Viene a nuestra memoria el agradable recuerdo de la primera vez que esquiamos allí, un día soleado de febrero con nuestros amigos MJ, Diego y Simón. Habíamos hecho uno de los recorridos panorámicos marcados, y ahora estábamos volviendo a ver aquello mismo pero desde una perspectiva totalmente diferente. Pero igual de embriagadora a la vista.

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La Hockönigstrasse nos iría conectando con Diente y María Alm, donde nos detuvimos a almorzar. No podía os desperdiciar la ocasión de estar allí y cayeron un Tyroler Gröstl y unos Pinzgauer Kasnocken, platos habituales de nuestras estancias invernales por aquellos lares. Acabada la comida, seguimos adelante en nuestra ruta del día. La Hochkönigstrasse termina en Saafelden, donde tomamos una nueva que también nos lleva por territorio conocido en aquel viaje de 2016 con base en Zell am See. Pasamos Leogang y Fieberbrunn hasta llegar a Sank Johan im Tyrol. Ve os indicadores hacia Kitzbühel, otro lugar que conocemos, pero vamos con demora sobre el plan previsto y queda todavía mucha distancia por delante hasta el fin de etapa, por lo que el sentido común dicta seguir adelante. Da lo mismo, la carretera ahora pasa por Elmau y Söll, zonas que conocemos de otro viaje, aquel de 2013 a Kitzbühel cuando nos liamos la manta Isa y yo y nos fuimos solos y por primera vez a esquiar a este país que tanto nos ha acabado por enganchar.8 años ya, 9 viajes a estas tierra, tan solo interrumpidas por la pandemia que todavía sufrimos y que esperamos no nos impida volver en 2022… o 2021, si se tercia!

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Llegamos a Worgl. Aquí la ruta se puede acortar en tiempo metiéndonos en autopista. La habíamos evitado hasta el momento, pues desde Liezen da un gran rodeo, llegando a meterse en Alemania, donde sabemos que hay estrictos controles sanitarios en la frontera por carretera. Sabemos que tenemos todo en regla, pero no nos apetecía lidiar con la burocracia. Sin embargo, optamos por seguir por carretera. Pagar una viñeta de 10 días para hacer 70 u 80 kilómetros a lo sumo nos parece un disparate, y el ruido sordo y monótono del viento en el casco tampoco parece lo mejor para la recién superada migraña de Isa.

Ahora la carretera discurre entrelazándose con el cauce del río Inn la autopista A12, tambien conocida como Inntal Autobah. Estamos en el valle del río Inn, la espina dorsal del Tirol, con valles afluentes que se abren en dirección norte y sur, perpendiculares al eje que marca el río. Con en transcurso de los kilómetros vamos superando la entrada al Zillertal, donde ya estuvimos en 2015 y a continuación la del Pitztal, que tocamos en 2014. La tarde es soleada y Lipizzana devora los kilómetros con frenesí, cruzamos Innsbruck y empezamos a vislumbrar el fin del Tirol. La carretera nos lleva a un nuevo territorio, el Arlberg, pero antes de alcanzarlo, la dirección de nuestra ruta empieza a tomar orientación sur.

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Ingresamos al Ötztal. Este valle no lo conocemos, y puede ser el destino para un futuro viaje. Mañana lo recorreremos entero, y nos podremos formar una imagen mejor, pero por ahora nos quedamos justo a la entrada, antes del pueblo de Ötz. Paramos en un supermercado a comprar el desayuno, a base de fruta y cosas ligeras. Los desayunos austríacos son contundentes, a base de pan, queso y fiambres, y por unos días nos conviene cuidar la alimentación para no recaer de nuestras dolencias anteriores. Cansados pero contentos nos intalamos en nuestro alojamiento. Aquella leve depresión matutina por el inicio del regreso se había esfumado; su lugar lo había ocupado los agradables recuerdos de ya tantos momentos de vacaciones invernales en este país.

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MensajePublicado: Jue, 23 Sep 2021, 10:51 
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Etapa 14: Ötz – Santa Catarina de Valfurva

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Nos despertamos antes de que suene el despertador, como suele ser habitual. Hemos pasado buena noche, sin rastro de molestias gástricas ni migrañas, así que podemos dar por zanjado ese capítulo que comenzó hace tres días, por lo que nuestra siguiente preocupación el es tiempo. Los montes del valle del Ötz amanecen tapados a media altura, pero se empiezan a vislumbrar claros; el día buen aspecto.

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Desayunamos y nos ponemos en marcha. Empezamos a rodar en dirección sur por un valle austríaco desconocido para nosotros. El Ötztal se nos antoja un valle mucho más angosto que ninguno de los que hemos conocido hasta ahora. Después del pueblo de Ötz, una especie de escalón hace que subamos algo así como un nivel de teo del valle. El fondo es un poco más ancho, con verdes praderas heridas por un río que baja alborotado por las últimas lluvias; pero el valle comienza de nuevo a cerrarse a medida que nos acercamos a Sölden.

Cruzamos en pueblo, que está en un momento de máximo bullicio por la cantidad de veraneantes que allí se encuentran preparando sus excursiones a pie o en bicicleta por la montaña. Durante todo el viaje nos ha impresionado el auge que ha cogido el ciclismo de montaña en este país, junto con Italia, en mayor medida gracias al alquiler de bicicletas eléctricas. Una vez franqueado el pueblo, la carretera comienza de nuevo a a ascender; una bifurcación a la derecha permite ascender a los glaciares de Rettenbach y Tiefenbach por la que es la segunda carretera alpina más alta de Europa. Pero nosotros seguimos adelante, hacia Hochgurgl, donde está la última estación de esquí del valle. Y cuando llegamos, seguimos adelante. La carretera se empieza a poner muy pendiente,y se suceden las curvas de herradura hasta Obergurgl, el acceso más alto a la estación. Y llegamos al Top Of The Mountain. Allí no solo está la estación de salida del telecabina que da acceso a las pistas de esquí, sino que hay un fabuloso museo dedicado a la motto clásica. O había, mejor dicho, pues un incendio calcinó en pasado invierno gran parte el edificio y de su contenido.

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Y en la parte baja del museo, sobre la carretera, el peaje. Comienza el Timmelsjochpass, el puerto de montaña que nos da paso a Italia. Pagamos los 15€ que cuesta el pase en una única dirección y comenzamos los últimos 7 kilómetros de ascenso. Una vez alcanzamos el collado, el espectáculo es grandioso. A 2.509 metros sobre el nivel del mar, tenemos a nuestros pies el valle de Passiria que se extiende hacia la localidad de Moso. Tras visitar el museo el puerto y sacar algunas fotos, hacia allí iniciamos el descenso. La carretera se retuerce caprichosa por la pared de roca, llevándonos hacia el valle en una sucesión incontable de curvas de 180º. Seguimos conduciendo hasta Merano, donde la temperatura ha subido tanto que optamos por parar, sacarnos ropa de abrigo y tomar algo para rehidratarnos. Todavía tenemos faena por delante…

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Nos volvemos a poner en marcha y la ruta nos mete de lleno en Val Venosta. Si algo ha hecho famoso a este valle, es su producción de manzanas, de fama mundial. La sucesión de plantaciones protegidas con redes es tan vasta que se pierde la vista, tanto subiendo por las paredes del valle, como a lo lejos, hacia el fondo. El tráfico es denso y pesado, con numerosos camiones que hemos de ir adelantando para seguir adelante hacia nuestro próximo destino, cuya cercanía se va revela por la cada vez mayor frecuencia de aparición de su nombre en los carteles indicadores, hasta que en un cruce, ya no queda posibilidad de elección: a la derecha, el Passo Ressia nos devuelve a Austria; a la izquierda, la próxima localidad es Prato dello Stelvio.

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Paramos a abrigarnos de nuevo, e iniciamos el puerto, el colosal Passo Stelvio. La carretera es estrecha y algo bacheada, fluyendo por un bosque. La meteorología caprichosa que nos había castigado privándonos de toda vista en la Großglockner-Hochalpenstraße, había sido benévola esta vez y ofrecía un cielo azul radiante sobre nosotros. Pronto la carretera comienza a tomar más pendiente y los ángulos y curvas ciegas se comienzan a convertir en tornanti, nombre con el que se conoce en italiano estos giros de 180º. El primero es el número 47 de los que nos quedan por delante. Los tornanti son terribles; no se les podría considrar curvas realmente, porque son más bien violentos cambios de sentido, sin apenas radio de giro. Esto unido a la estrechez de la carretera hace que sea complicado tomarlas, especialmente las que giran a derecha, pues el riesgo de colisión con un vehículo que venga en sentido contrario es muy alto si se alarga el giro. Afortunadamente Isa se percata de esto y desde su atalaya del asiento trasero es capaz de ver con anticipación el tráfico descendente, de modo me avisa si puedo o no abrir la curva. Es una copiloto fantástica.

Los giros se van sucediendo en medio del bosque, mientras adelantamos coches lentos y ciclistas. A su vez, a nosotros nos alcanzan 2 Yamaha MT-09 de matrícula holandesa, que nos sobrepasan con gran estruendo de sus escapes sin dB-killer. Me engancharía a ellos de buena gana, pero Lipizzana va cargada y con 2 a lomos; el disfrute es otro, sin lugar a dudas.

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Salimos del bosque y las curvas empiezan a tener una apariencia más normal. Entre las copas de los árboles se empieza a atisbar el espectáculo: 1, 2, 3… 4! 4 glaciares cuelgan sobre nuestras cabezas! Hemos visto michos glaciares en nuestros viajes, e incluso esquiado algunos de ellos. Pero nunca 4 al mismo tiempo. Y absortos en esta vista, aparece el segundo impacto. Emergiendo de entre la vegetación, una pared totalmente vertical muestra una nueva sucesión de curvas de herradura. No sé cuantas, pero una veintena al menos. Los 47 tornanti son únicamente la ascension! Qué locura! Una tras otra, la moto las va devorando, a ritmo implacable. Aún cargada hasta los topes es una delicia manejarla en este escenario, rápida de reflejos, precisa e intuitiva. A falta de 2 curvas del final, un susto: en medio de la curva, un utilitario de placa neerlandesa ha dicho basta con el embrague recalentado. No sin sentir cierta lástima por su joven e inexperta conductora, lo rebasamos, una curva más y nos detenemos en el mirador, atónitos. La carretera serpentea bajo nuestros pies mientras miramos de frente las lenguas glaciares que hace un rato vía os por encima de nosotros. Nos divierte la presencia de marmotas, que poniéndose a 2 patas exhiben toda su potencia vocal, alertando a sus congéneres de la masiva presencia humana. Echamos a volar el dron, que con el aire enrarecido a 2.757 metros de altitud responde bastante mal a los mandos, y tras obtener algunos planos, nos vamos a la cafetería panorámica. Disfrutamos del regalo que tenemos ante nuestros ojos algunos minutos más, no sin sentir incluso algo de emoción de estar en un lugar tan sobrecogedor.

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Tras una cerveza y un Apfel Strudel, iniciamos el camino hacia abajo. 36 tornanti más hacia abajo, pero con mejor visibilidad que en la subida nos conducen a través del Parque Nacional del Stelvio hasta Bormio, la ciudad más notable de valle Valtellina. Cuando alcanzamos el pueblo aprovechamos para hacer la colada en una lavandería autoservicio, y una vez finalizado nos dirigimos hacia Santa Catarina de Valfurva, donde tenemos nuestro alojamiento. Todavía nos detendríamos antes a cenar, no pudiendo ser otra cosa que pizza y pasta en nuestro reencuentro con Italia. Esa noche conciliamos el sueño entre imágenes de recuerdo de los paisajes que nuestra memoria había construido entre el Timmelsjochpass y el Passo Stelvio, y la esperanza de un nuevo día emocionante por delante.

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MensajePublicado: Vie, 24 Sep 2021, 10:33 
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Etapa 15: Santa Catarina de Valfurva – Caselette

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Empezamos en día con Rock’n Roll. Desayunamos y nos ponemos en marcha. Santa Catarina de Valfurva está situado al inicio de la subida al Passo Gavia, y eso será lo siguiente que veamos. Meneo para aquí, meneo para allá, sucesiones eternas de curvas de herradura por una carretera estrecha y de mal firme nos van elevando hacia el cielo encapotado de la mañana. Pero a medida que nos vamos acercando al collado, las nubes se van abriendo, y comenzamos a ver con claridad lo que el Gavia nos ofrece. De nuevo, un glaciar, además de paredes escarpadas, prados en pendiente donde pastan vacas acróbatas, … Es una maravilla. Despertar y ponerse en marcha viendo esto anima el espíritu.

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Arriba hay un lago, sereno como un espejo. Sacamos una foto, curioseamos e iniciamos el descenso. En este caso hemos subido la vertiente suave del puerto. La bajada hacia Ponde di Legno es todavía más vertical, y alcanzar la altitud en la que vuelve a surgir la vegetación, la calzada es tan estrecha que 2 coches no pueden cruzarse, y si es un coche y una moto con maletas, la segunda lo ha de hacer con tino y equilibrio. Las vistas al valle acongojan, pero al mismo tiempo desprenden un magnetismo que hace difícil no mirar. En un momento dado pienso que ojalá Isa esté disfrutando de lo que yo tan solo puedo intuir por lo que fugazmente percibo por el rabillo del ojo.

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Llegamos a Ponte di Legno y descubrimos una nueva estación de esquí. Tendremos que investigar esta zona por si mereciese la pena un viaje, pero la comunicación entre zonas en invierno debe ser harto complicada… La primera sensación que tenemos es que estamos ya en el fondo del valle; pero nada de eso, ni mucho menos. Dejamos a la izquierda el cruce que lleva al Passo del Tonale. Tentador. Pero centrémonos… La carretera SS39 nos lleva entre vueltas y revueltas en dirección oeste, camino de San Giacomo, donde se enlaza con la SS38. Tras cruzar Sondrio el trazado ya empieza a ser más rectilíneo entre las diferentes poblaciones que vamos sorteando. En una de ellas, de nombre indeterminado, paramos a tomar un café. Un buen espresso italiano.

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La etapa de hoy se había trastocado días antes. En origen iba a ser Bormio-Mandello del Lario. De primeras ya la habíamos complicado durmiendo en el valle de Valfurva y planteando cruzar el Passo Gavia. Pero también habíamos alterado el final. La intención de parar en Mandello del Lario estaba motivada por poder visitar el Museo de Moto Guzzi, la gran marca de motos legendaria italiana, que además este año celebra su centenario. Pero en un alarde de oportunismo, los propietarios deciden cada año cerrar su principal reclamo turístico en agosto, por lo que decidimos fundir esa etapa y la del día siguiente en una sola, y eliminar el día de descanso en el Lago di Como.

Precisamente el lago sería nuestra próxima meta volante. Lo alcanzamos por su extremo norte, y cambiamos la SS38 por la SS36, que une Milán con St. Moritz, en Suiza. Sin embargo, el tramo de esa vía que recorre la orilla del lago, va prácticamente todo el tiempo soterrado, lo cual nos priva de toda clase de vista. Tan solo al final, después de pasar de Mandello del Lario, la SS35 abandona los túneles y nos permite desviarnos y cruzar el casco urbano de Lecco, pudiendo tener algunas vistas sobre el lago. Es mucho más angosto y enclavado entre montañas que otros que hayamos visto, no parece un mal lugar para pasar un par de días… pero nuestros planes ya eran otros.

El resto de la jornada ya no tiene historia. Poco después de Lecco nos incorporamos a la autopista en dirección Milán, aunque a la altura de Monza, otra ciudad muy ligada al mundo del motor, volvemos a girar en dirección oeste, hacia Turín. En la capital del Piemonte, acalorados, nos detenemos a tomar un helado y a recorrer su centro un poco, por echar un somero vistazo. La ciudad ofrece mucho que ver, sin duda, pero aparece sucia y decadente. Y para colmo, sufrimos uno de esos episodios que sacan ese lado oscuro de la picaresca de algunos italianos. En el momento de irnos, Isa se fijó que un chaval joven se la quedó mirando fijamente. Salimos y a los 100 metros se da cuenta que se le habían caído las gafas de sol que habíamos comprado 15 días antes en Bratislava. Se bajó aprisa, fue corriendo al lugar donde la moto estaba aparcada y ya no quedaba ni rastro ni de las gafas ni del chico. En cualquier otro lugar, le habrían avisado de que las gafas se habían caído. Una decepción más.

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Enfadados reanudamos la marcha. Nuestro alojamiento estaba en Caselette, camino de los Alpes. Hacemos casi todo el trayecto por carretera, excepto los últimos 5 kilómetros, y llegamos a una finca con un enorme caserón. Tras llamar al timbre, sale a recibirnos Patricia, la propietaria, que habla un perfecto español gracias a su origen probablemente argentino. Una señora encantadora, que además de enseñarnos nuestra impresionante habitación, nos cuenta la historia de la casa, cuyo origen se remonta a una abadía fundada en aquel lugar en el siglo X, posteriormente abandonada y comprada por una familia noble piamontesa, y finalmente por su suegro, quien inició su restauración y ella y su marido continuaron.

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Patricia incluso nos echó u a mano para pedir la cena a domicilio. Una pizza, un calzone y un par de cervezas de la Selva Negra alemana, que pudimos tomar en un cenador en el jardín a la luz de la luna llena. En Castello di Camerletro, una abadía del siglo X. No me lo superes; iguálamelo!!

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MensajePublicado: Vie, 24 Sep 2021, 10:35 
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Etapa 16: Caselette – Nîmes

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Anoche nuestra anfitriona Patricia nos había puesto a pensar. Nuestro plan inicial era abandonar Italia por Bardonecchia camino de Besançon, pero ella nos aconsejó que explorásemos la opción de cruzar el Colle del Moncenisio, y eso hicimos. La salida por Bardonecchia sería por el Col du Montgenevre, un lugar que ya conocemos por haber esquiado allí en 2016, y tampoco es un lugar muy espectacular, y la ruta por el Col du Mont Cenis no nos hacía recorrer muchos kilómetros más. O eso pensábamos. Así que desayunamos, nos despedimos de Patricia y de Bruno, su marido, y nos pusimos manos a la obra.

Hacemos caso omiso del navegador, empeñado en llevarnos por autovía a través del túnel de Frejús y tomamos la carretera SS25. Vamos por el fondo de un valle, franqueando poblaciones, hasta que llegamos a Susa, donde la ruta ya empieza a ponerse seria. Las primeras rampas se materializan ante la rueda delantera de Lipizzana, que avanza decidida sorteando coches y negociando horquillas a izquierda y derecha. En 20 kilómetros pasamos de 506 metros de altitud sobre el nivel del mar a los 2.081 del puerto, que tenemos oportunidad de cruzar por ser verano, ya que permanece cerrado al tráfico de noviembre a abril prácticamente, debido a las nevadas.

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Llegamos al collado. El tiempo ha refrescado, debido a la altitud, pero el cielo permanece claro y despejado. Un día fantástico para rodar, y parece que finalmente el tiempo ha decidido compensarnos con creces aquel fallido paso de la carretera del Großglockner. El lago del Mont Cenis de aguas turquesas completan una imagen de postal, que aprovechamos para sacar alguna foto e iniciar el descenso. Ahora confiamos a ciegas en el navegador. Le hemos marcado algunos puntos de paso para una ruta sin peajes y ya está. Que la fuerza nos acompañe… Legamos a la localidad de Lanslebourg y un cartel tentador llama nuestra atención. A la derecha indica 33 kilómetros hasta el Col de l’Iseran, otro coloso de curvas interminables que cierra en invierno. Incluso nuestro amigo Nacho Campos, propietario de la agencia de viajes Alpeski, especialista precisamente en estos territorios, nos ha recomendado encarecidamente una visita al pueblo de Bonneval-sur-Arc.

Pero no será posible. Cruzar hacia el Val d’Isere nos llevaría demasiado al norte, alejándonos en exceso de nuestro destino, dando un rodeo demasiado aamplío hacia el norte. Aunque Isa me dice que haga lo que me parezca, dejo que el sentido común impere y hago caso del GPS. Seguimos el descenso hacia Modane por la carretera D1006, pasando junto a las Fortalezas de l’Esseillon que ya habíamos divisado cuando precisamente en aquel viaje a Tignes un navegador despistado pretendía que cruzásemos en puerto nevado en plena Semana Santa.

Después de ese tramo de carretera, volvemos a territorio desconocido… aunque cosas nos van sonando. Llegamos a Orelle, y nos encontramos con un telecabina. Este nombre lo recordamos de otro viaje a Les 3 Vallées en 2017. El sector de Orelle, aunque excluido de esos famosos 3 valles, conecta con Val Thorens y nos había gustado mucho, por la calidad de la nieve de su glaciar. Nos alucina un poco cómo esos puntos conocidos están tan próximos en línea recta, pero tan distantes si se conectan por carretera; y nosotros los hemos visitado todos monte a través, montados en nuestros esquís. Definitivamente, otra manera de viajar.

Seguimos adelante y otra localidad, Saint-Michel-de-Maurienne, me suena. Pero… de qué? No conseguía recordar, pero mi incertidumbre duraría poco tiempo. Un nuevo cartel resolvía el enigma: Col du Galibier, uno de los puertos épicos del Tour de Francia. Y para mayor sorpresa, el navegador nos llevaba hacia él! No contaba yo con ese paso en nuestra ruta, pero bienvenido sea. Repostamos en el pueblo antes de iniciar el ascenso y nos disponemos a ello. El preludio del Galibier es el Col du Télégraphe. En poco tiempo tomamos una considerable altitud, dejando el valle de Maurienne lejos, muy abajo. Alcanzamos el collado y paramos a sacar una foto, al tiempo que descubrimos una estación de esquí, Vallore, bien interesante bien interesante para considerar en el futuro.

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Al poco de reanudar la marcha volvemos a detenernos para comprar pan y algo de beber y afrontamos el Galibier. Nunca he sido gran aficionado a practicar el ciclismo, pero si que me gusta ver las etapas que cruzan esos pasos míticos. Y he podido comprender por qué el Galibier lo es. Además del castigo físico producto del desnivel, este puerto te golpea psicológicamente. Su trazado y su ascenso, al contrario de la regularidad rítmica del Stelvio, son completamente erráticos. Los cambios de orientación de la cara ascendida son constantes, y cada vez que crees que has alcanzado el collado, una nueva pared, una nueva sucesión de rampas y curvas aparecen ante ti. Me hace sentir una mayor admiración por los ciclistas que deciden afrontar este reto titánico, tanto los profesionales como los cientos de aficionados que vamos adelantando en la subida. Sobre esto hablamos en el hito que marca el punto más alto, donde también sacamos alguna foto.

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En el camino hacia el valle nos encontramos el puerto de Lautaret, que comunica Briançon con Grenoble. Tomamos dirección hacia esta segunda localidad y seguimos bajando. En el camino, un nuevo nombre que nos suena, La Grave. Al pasar por el pueblo divisamos el peculiar remonte mecánico, formado por 2 trenes de telecabinas, que dan acceso a su estación de esquí. Estación de esquí por llamarlo de alguna manera, claro, porque aquí no hay pistas. Es un territorio de esquí extremo, por fuera de pistas, sin itinerarios trazados ni preparados. La quintaesencia de ese deporte que tanto nos gusta, para la cual no sé si alguna vez nos sentiremos preparados. Pero la disfrutaremos a nuestra manera. En un área de descanso al pie de la carretera. Allí, en pleno Macizo de Les Ecrins, bajo la vigilancia de los Glaciares de La Meije, dimos cuenta de un par de trozos de quesos de Beaufort, embutidos savoyardos y una botella de delicioso zumo de manzana natural.

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Lamentablemente, lo mejor de la ruta ya estaba hecho, y nos quedaba por delante todavía media jornada notablemente más anodina. Seguimos pasando lugares cuyos nombres nos sonaban, como Les Deux Alpes, con su conocida estación de esquí abierta incluso en verano, o Alpe d’Huez otro de esos famosos puertos del Tour de France. Todos ellos los pasamos de largo, camino de Grenoble, donde sumaríamos nuestra moto al tráfico de la autopista A49 camino de Valénce. En esta localidad volveríamos a las carreteras convencionales, que pasando por las inmediaciones de Montélimar y Orange nos llevarían hasta Nimes, nuestro destino final del día. Antes de entrar a la ciudad todavía pararíamos una última vez en un supermercado, para comprar lo necesario para la cena y para eñl desayuno del día siguiente. Por un lado, porque estamos un poco saturados de comer fuera todos estos días, y además porque esta noche nos alojamos en un Hotel F1, uno de esos establecimientos de carretera franceses de bajo coste, y de los pocos con disponibilidad en la ciudad. De una abadía del siglo X a un cuchitril de carretera en menos de 24 horas; eso si que es flexibilidad!

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