Etapa 8: Poprad – Košice
Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021
Después de 3 días en Poprad, había llegado el momento deponernos en marcha de nuevo. el destino sería Košice, la segunda ciudad más grande de Eslovaquia, aunque daríamos un rodeo para pasar por el pueblo de Bardejov.
La carretera nos llevaba de nuevo a noreste, hacia la frontera polaca. Carreteras como las habituales en Eslovaquia: por momentos de asfato impoluto, y en otros, totalmente parcheadas, pero muy amenas, con curvas suaves que evolucionan por un terreno plagado de colinas. Es agradable conducir por este país.
Habíamos leído sobre la existencia de iglesias de madera en Eslovaquia, y visto una ruta que las recorría todas, pero era bastante larga, llegando prácticamente a la frontera con Ucrania, y no queríamos hacer tantos kilómetros en un día. Además, ver algunas satisfaría nuestra curiosidad, pero verlas todas no tenía sentido para nosotros. Así que seleccionamos un par de ellas, las más cercanas a nuestra parada del día y nos fuimos a por ellas.
La primera iglesia que visitamos fue la de Krivé, una pequeña aldea a escasos 10 kilómetros de Bardejov. Y nos quedamos alucinados, pues no recordamos haber visto algo similar antes. Una pequeña iglesia, casi una capilla, totalmente recubierta de losetas de madera oscura se alzaba, al final de un camino, sobre uno colina, en medio de un cementerio. Cuando llegamos a la puerta, estaba abierta, y entramos. Enormes pilares y vigas de madera formaban también la estructura sencilla, compuesta de una antesala y una única nave. Al fondo, un retablo separaba la parte final de la iglesia. Era lo que parecía una estructura típica de una iglesia ortodoxa, con nartex (antesala) y un iconostasio que separaba la nave del santuario, al fondo del templo. Sin embargo, la presencia de un altar en la nave, dando la espalda al iconostasio, revelaba que se trataba de una templo de la iglesia católica griega. Eso, y que nos lo chivaba una locución en alemán que sonaba en la iglesia, probablemente a petición de 4 turistas que allí estaban, acompañados de una guía…
Salimos a hacer unas tomas con el dron, y el chófer de los turistas alemanes nos dijo que si íbamos a Hervatov, les siguiésemos a no tardar mucho. Esas iglesias suelen permanecer cerradas, y es necesario concertar cita para visitarlas, así que podríamos aprovechar que ellos ya la habían pedido. Le hicimos caso, y les seguimos unos 10 minutos más tarde.
Hervatov quedaba a unos 7 kilómetros. Una aldea un poco más grande que Krivé, donde nos encontramos la iglesia en el centro del pueblo, sobre una pequeña loma flanqueada por 4 molinos de agua. El templo se encontraba semioculto desde el parking por un puñado de cipreses. Subimos a verla, y la guía de los turistas alemanes me ofreció unirnos a su explicación. Amablemente decliné la invitación, mi alemán no es lo suficientemente bueno como para seguir una explicación sobre arte medieval… En esta iglesia si cobraban una exigua entrada de 2€ por persona que pagamos gustosamente, y nos sorprendieron ofreciéndonos una guía explicativa en español. Así pudimos comprender las profusas pinturas que decoraban las paredes, desde la traición de Adán y Eva a una escena de la lucha de San Jorge contra el dragón, el calvario alzado sobre el presbiterio y que el altar gótico original había sido saqueado y llevado a Hungría, donde se halla expuesto. Incluso pudimos subir a la tribuna, donde se halla un pequeño órgano.
Sin duda, habían sido una grata sorpresa las iglesias de madera. No en vano son otro bien cultural Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, al igual que el centro histórico de nuestra siguiente parada: Bardejov. Llegamos enseguida, no más de 10 minutos. Al llegar nos encontramos la muralla medieval y en el centro, sobresaliendo entre los tejados, un campanario. Allí nos teníamos que dirigir. Aparcamos la moto en cuanto pudimos, pues el centro es peatonal, y nos fuimos caminando. De repente, una enorme plaza rectangular se abrió ante nosotros, al fondo, dominándola, la iglesia gótica de San Gil, del siglo XV. En su interior contamos hasta 11 retablos góticos de los siglos XV y XVI expuestos; una auténtica maravilla. No accedimos a la torre, y salimos de nuevo a la plaza. Al lado de la iglesia yacen 2 campanas “jubiladas” por rotura.
En el centro de la plaza sobresale un único edificio, el ayuntamiento, finalizado a principios del siglo XVI. El espectacular conjunto lo completan todas las casas burguesas que rodean y cierran la plaza, unas en estilo gótico, otras renacentistas más tardías. Es fácil imaginarse el lugar bullicioso y lleno de gente los días de mercado, en plena edad media.
Aprovechamos la hora y comimos en la misma plaza, antes de ponernos en disposición de acabar la etapa del día. Ahora ya solo nos quedaba enfilar dirección sur. Hora y media sin peajes, pasando por Presov, la tercera ciudad en importancia del país, nos llevaban directamente a Košice. A 20 kilómetros del final nos sorprendía la lluvia, no demasiado intensa, que no llegaría a calarnos. Nos fuimos directos al hotel a cambiarnos para visitar el centro de la ciudad, que nos habían recomendado Diego y Patricia.
Una nueva sorpresa. Una nueva plaza de estructura medieval, enorme, marca el centro de la ciudad. Al fondo, la catedral gótica de Santa Isabel destaca sobre todas las demás edificaciones. En realidad, lo que destaca es su campanario exento, la Torre de San Urbano. Entramos a visitarla. Una indicación dice que la puerta que habíamos encontrado era para los fieles, y los turistas deberían acceder por otra lateral, pero a nosotros nos valía esa misma y entramos. Si salimos por la de los turistas, y nos encontramos con otro templo, la Capilla de San Miguel, que ejercía las funciones de iglesia funeral, pues el parque que se halla a su lado era un camposanto.
Desandamos la plaza. En el lugar donde se encontraba el antiguo ayuntamiento, hoy día se alza el Teatro Nacional de Košice, de estilo neo-barroco, por lo tanto mucho más tardío (s. XVIII). Justo al lado encontramos otro monumento para nosotros: The Beer House. Nos instalamos en la terraza, pedimos una pizza y dejamos que poco a poco, y entre cervezas, los restos del día se fuesen escurriendo.