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El lado oscuro te atrapa
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MensajePublicado: Vie, 24 Sep 2021, 10:39 
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Etapa 17: Nîmes – Montaillou

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Amanece un nuevo día y seguimos en modo “vuelta a casa”. Por momentos parece increíble que hace solo una semana estuviésemos conociendo lugares y viviendo experiencias a caballo entre Eslovaquia y Hungría; es como si ahora estuviésemos en un viaje totalmente distinto, centrado en devorar kilómetros y acercarnos a casa.

El cielo de la mañana sobre Nimes está encapotado, pero se vislumbra como van apareciendo claros en el horizonte. Recogemos nuestro equipaje, cargamos todo en la moto y nos ponemos en marcha. Hoy, ni tenemos desayuno contratado ni hemos comprado nada, por lo que lo primero es encontrar un supermercado. Paramos en un Intermarché a algunos kilómetros de Nîmes; no es que no hubiese ningún otro, sino que es domingo y los horarios de apertura se retrasan. Compramos algo de fruta, fiambre y pan y volvemos a la carretera, esperando encontrar un área de descanso.

Los kilómetros se suceden, y con ellos las travesías por los innumerables pueblos que salpican el litoral occitano, ralentizando la marcha. Sin embargo, lo que no aparece es un lugar donde parar y tomar nuestro desayuno. Así que, a la altura de Lunel, y en vista de que la ruta no nos llevaba hacia Etange de l’Or, una especie de laguna costera que al menos tendría cierto interés paisajístico, optamos por meternos en la autopista A9. Enseguida apareció un area de descanso, a la altura de Fabrègues, algo antes de Montpellier. Allí nos paramos a dar cuenta de lo que habíamos comprado; era media mañana ya, y estábamos famélicos!

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Continuamos hasta Narbonne por autopista, pues nada había que ver por el camino, y nos dirigimos directamente a la abadía de Fontfroide. Aparcamos la moto y fuimos hacia la puerta, pero al ver el exagerado coste de la entrada nos dimos media vuelta: 12,50€ por un lugar con un interés arquitectónico inferior al del hecho histórico allí acontecido en el siglo XIII. En aquella época se vivía en la zona del Languedoc el auge del catarimo, una doctrina opuesta al cristianismo romano, y, por tanto, declarado como herejía por el Papa de Roma. Los cátaros, o albigenses (como también eran llamados, por haber surgido su doctrina en la ciudad de Albi) creían en una dualidad creadora, el Bien y el Mal (Dios y Satanás). El Bien daba luz al mundo espiritual, mientras el Mal era el origen de todas las cosas materiales; por ello se oponían frontalmente a la opulencia de la Iglesia Católica, lo cual les sirvió sirviço para granjearse su enemistad, así como la de gran parte de la nobleza, que era el otro poder que acumulaba riquezas.

Sin embargo, en esta región del mundo, el catarismo tenía tal apoyo que incluso el conde de Toulousse, la entidad más importante de Occitania, se manifestaba abiertamente cátaro. Por contra, el papa Inocencio III había nombrado a Pierre de Casstelnau, abad de Fontfroide, como su mano derecha en su intento de pacificar las relaciones con lo cátaros. Las negociaciones con Ramundo VI de Toulousse fracasaron, el conde fue excomulgado y el abad apareció muerto, supuestamente a manos de unos de los hombres del conde. Esto dio los argumentos necesarios al papa de Roma para hacer una llamada a la cruzada, lanzando un anatema por el cual todos los los combatientes tendrían el perdón de sus pecados y prometiendo el paraíso a los caídos en combate. Pero como no solo de la fé vive el hombre, también declaró las tierras del condado de Toulousse “entregadas como presa”, es decir, pasarían a propiedad de quién las conquistase. Un buen acicate para movilizar a los nobles, incluido al rey de Francia, que veía con incomodidad como la Corona de Aragón se expandía precisamente al norte de los Pirineos. Todo esto terminó con asedio a los castillos que uno a uno fueron cayendo, con las consiguientes masacres de población, fuesen seguidores de la creencia cátara o no. Aqui se acuñó ña célebre frase del abad de Citeux, quien con la población de Beziers refugiada en la iglesia tras el sitio, y ante las dudas de la tropa de qué hacer con ellos dictó:

- “Matadlos a todos; Dios reconocerá a los suyos”

Todo esto es un somero resumen de un episodio de la historia apasionante; si queréis saber más sobre los cátaros y la cruzada que sufrieron, existe multitud de literatura al respecto, e incluso alguna canción de los Iron Maiden! Como nosotros ya nos conocíamos algo de la historia, hicimos trampa, echamos a volar el dron y nos pusimos en marcha hacia nuestro siguiente destino: Carcassonne.

Aparcamos en el centro de la ciudad, que parecía un pueblo fantasma. Dejamos nuestros bártulos en la moto y nos fuimos a dar un paseo. Ya que habíamos comido a deshora mucha hambre no teníamos, pero si que el calor de la tarde nos inducía a la modorra, por lo que nos apetecía un café. No hubo manera humana. Todos los locales abiertos eran restaurantes y solo estaban en servir comida. Ni una cafetería. Optamos por irnos al otro lado del río, donde se alza la Cité, la fortaleza medieval por la que es conocida esta ciudad, co idéntico resultado. Finalmente claudicamos comprando una botella de agua en un restaurante por la que nos cobraron sin sinrojo alguno 5€ de curso legal.

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La Ciudadela de Carcassonne es in bien cultural ciertamente controvertido. Está declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero en mi humilde opinión, quizás se lo deberían replantear… El recinto fortificado, protegido por una doble barrera de muralla y barbacana de más de 3 kilómetros de cuerda, estuvo totalmente abandonado hasta que el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc tuvo la idea de recuperarlo en el siglo XIX. Una loable idea, si no fuese porque lo que hizo como le vino en gana, no respetando la diferenciación entre las partes originales y las reconstruidas, e incorporando elementos impropios ni de la zona ni del tiempo, como las cubiertas cónicas de las torres, que nunca existieron por estas latitudes, siendo oriundas de la Bretaña y Normandía. El pastiche resultante de su interpretación, más propio de un cuento de Disney que de una recuperación patrimonial, ha propiciado que su interior sea la apoteosis del turismo kitch, con profusión de toda clase de tiendas de souvenirs, terrazas, heladerías, falsos artesanos medievales y contando incluso con un horario regular de representaciones de torneos medievales. Al menos se ha conservado con cierta (no toda) dignidad el castillo de los vizcondes de Carcassonne y la Basílica de Saint-Nazaire. Pero a pesar de los pesares, el invento es uno de los monumentos más visitados de Francia y funciona en términos monetarios; prueba de ello es que toda la vida de la cuidad está allí dentro; de ahí es aspecto de pueblo fantasma que habíamos percibido en la ciudad baja.

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Hartos ya de aquel espectáculo, salimos del recinto y cruzamos el Pont Vieux y la Bastide hasta llegar a la moto. Por el camino, Isa me da la mala noticia: sus recurrentes migrañas han vuelto a hacer acto de presencia. Ante la posibilidad de que se agrave, decidimos inmediatamente y sin dudarlo omitir las siguientes visitas a los castillos de Foix y Montségur, y dirigirnos por la vía más corta a nuestro alojamiento. Rellenamos el tanque de Lipizzana nada más salir de Carcassonne y ponemos dirección sur. Pronto, al pasar la población de Limoux, la carretera abandona la llanura occitana y se empieza a contornear. Nos dirigimos directamente a los Pirineos Orientales, Y en su corazón se encuantra nuestro alojamiento. Antes de llegar, y en previsión de lo que allí podamos (o no) encontrar, decidimos parar para sacar efectivo en un cajero y beber algo. Isa aprovechará para tomarse su medicación, en previsión de que el dolor de cabeza no vaya a más. Reanudamos la marcha ascendente por la montaña, franqueamos el Col des Sept Freres y nos vamos acercando al falso techo de nubes bajas que divisamos desde hace tiempo. En pocos minutos más llegamos a Montaillou y a La Caminada Vielha, nuestro alojmaiento de esa noche.

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Sus dueños nos reciben en español, pero nos advierten que en breve se acaba. Buenno, no está mal, siempre es mejor que nuestro francés… Finalmente el inglés se afianza como la lengua de común acuerdo. Nos abren las puertas de su casa literalmente, para que ni siquiera la moto duerma a la intemperie. Descargamos las bolsas y las subimos a nuestra habitación. La pieza es enorme, con techos altísimos; es una estancia rústica como toda la casa, un enorme caserón de montaña que antaño también sirvió de base de campamentos de verano bajo el nombre de Les Joyeux Boutons d’Or. Sus propietarios, Jolien y Wilem, son 2 belgas soñadores y emprendedores que se enamoraron a primera vista de la casa y decidieron dar un giro de 180º a sus vidas, dejarlo todo atrás y embarcarse en la aventura de ser hosteleros. A buena fé que lo lograrán; ambos son encantadores, Wilen es un gran conversador y la mano que tiene Jolie en la cocina es un tesoro, simplemente. Nos preparó una quiche de cebolla roja para empezar, una lasaña vegetal y de postre una ensalada de frutas. Todo preparado con productos de proximidad y con mucho cariño. Y para beber, también un vino tinto de la zona, recio, como la gente de la montaña.

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Afortunadamente, el acierto de Isa al medicarse con antelación, un rato de reposo en la habitación y el paseo tranquilo que nos dimos antes de cenar, impidieron que la migraña fuese a más. Todavía tuvimos la tentación de dar un segundo paseo nocturno hasta el castillo de Montaillou, el último reducto cátaro en caer, haciendo que ale pueblo pasase a formar parte del Chemin des Bonhomes, la ruta por la la que aquellos albigenses derrotados escaparon de la Inquisición francesa para terminar por instalarse en la Cerdanya catalana. Pero nuestro temor a que nos sorprendiese la lluvia fue superior a las ganas, así que nos sumergimos en la blancura blanca y en el calor calentito de nuestra cama, a la espera de un nuevo día de ruta.

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MensajePublicado: Vie, 24 Sep 2021, 10:41 
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Etapa 18: Montaillou – Benasque

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Hoy es un día especial. Después de varias semanas volveremos a entrar en España y además veremos de nuevo a gente conocida. Mi amigo Manuel lleva tiempo planteándose cambiar su BMW R1200 ST, y la Yamaha Tracer es una posible candidata. Hace poco estuvieron en Galicia él y Carme, su mujer, pero finalmente no pudieron probar a Lipizzana, ya que justo unos días antes la tuvimos que cargar en el transporte que la llevó a Milán para iniciar este viaje. Pero como lo prometido es deuda, haríamos todo lo posible para pasar por Benasque, donde tiene su casa de vacaciones, para que la pudiesen probar. Y ese día había llegado.

Después de un buen desayuno en La Caminada Vielha nos echamos a la carretera. La niebla seguía en el lugar que la habíamos dejado la noche anterior, y según ascendíamos el Col du Chioula, nos íbamos metiendo en ella. Isa, más friolera (pero más previsora) iba bien abrigada; yo, en cambio, me iba pelando de frío. Superamos el puerto y el tiempo vuelve a mejorar camino de Ax-Les-Thermes, desde donde inmediatamente la carretera vuelve a picar hacia arriba, camino de un nuevo país en la ruta: Andorra.

Entramos en el Principado por el Pas de la Casa. La niebla es cada vez más densa, al igual que el tráfico, este producto de los controles aduaneros, probablemente para controlar las compras de alcohol y tabaco. No nos cortamos y nos filtramos entre los coches para pasar el control, que ni nos mira. Desechamos la opción de cruzar el túnel de peaje y sumamos un nuevo puerto a nuestro currículum, el de Envalira. Nada más pasarlo, la niebla se esfuma como por ensalmo, y toda la extensión del pequeño país pirenaico se abre ante nosotros. Grau Roig, Soldeu, El Tarter, Canillo, Encamp… seguimos transitando territorio conocido, esto también lo hemos recorrido en invierno sobre el manto níveo que lo cubría.

Cruzar Andorra es un poco tedioso, la verdad. Mucho tráfico, glorietas a montones y velocidad reducida. Poco antes de Andorra la Vella paramos en una gasolinera para repostar aprovechando el carburante más barato y seguimos adelante. A la salida del país por Sant Julià de Lòria, de nuevo nos encontramos retenciones en el puesto fronterizo, y con el mismo nivel de atención sobre nosotros: ninguno. Seguimos carretera adelante y el tráfico se va despejando, al igual que ha hecho el cielo. Se va quedando un día fantástico para rodar en moto, y al pasar la Seu d’Urgell y desviarnos hacia Sort por la N-260, la carretera se queda para nosotros. 50 kilómetros de curvas con buen asfalto por delante, pasando por el Port del Cantó.

Llegamos a Sort y paramos a descansar, tomar algo y despojarnos de los forros interiores, que no parecen ya necesarios. Nos sentamos en la terraz del bar y en la mesa de al lado vemos una Estrella Galicia… Camarero, 2 de esas, por favor!!! Nos duran un suspiro.

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Decidimos seguir hacia el Valle de Arán. De esa forma, podremos pasar por delante de la Bruixa d’Or, la famosa Administracion de loteria y comprar algún décimo para Navidad. Inmediatamente nos sacamos la idea de la cabeza a la vista de la cola que hay en la puerta. Seguimos adelante por la carretera C-13, a ritmo endiablado por su trazado amplio y de buen piso. A la altura de Esterri d’Aneu se transforma en C-28 y empieza a contorsionarse camino del Puerto de la Bonaigua. Alcanzamos un grupo de 7 u 8 motos, pero en seguida avivan el paso y nos vuelven a meter distancia; ellos van más rápidos, descargados de y de uno en las motos. Pero es divertirlo verles pasar uno o dos niveles por encima de nosotros.

Conforme nos acercamos al collado, arrecia el viento. Negociamos las últimas curvas con cuidado, y tenemos oportunidad de ver con calma esas pistas donde tantas veces hemos esquiado. Camino del valle vamos pasando Baqueira, Salardú y en Artiés nos detenemos, el pueblo donde solemos alojarnos. Aquí conocemos un lugar donde comer, la Sidrería Casa Pau; es otro de los alicientes que nos ha motivado a venir cruzando el valle, y también nos falla. No está mal la comida, pero la atención es pésima; servicio lento hasta la extenuación unas ganas de atendernos como de arrancarse las muelas en vivo. Pedimos la cuenta y nos vamos.

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Isa necesita artículos de farmacia, pero no hay ninguna abierta en Vielha, así que empezamos a subir por la carretera N-230 hasta el túnel que nos saca de este extraño valle que en realidad debería pertenecer a Francia. En Les Bordes cambiamos la N-230 por la N-260 en dirección oeste. Nos llevará a pasar el Puerto de Fadas, desde donde bajaremos hasta Castejón de Sos. Ya estamos el en valle de Benasque, al otro lado del Aneto y de las Maladetas de donde estábamos hace un rato. Subimos hasta Benasque, a por las cosas de farmacia de Isa y retrocedemos hasta donde viven de Carme y Manuel.

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Nos reciben en su bonita casa pirenaica, y nos invitan a instalarnos. Manuel insiste en que nos quedemos una noche más, para poder probar la moto con con más calma; para hoy nos tiene reservado un plan distinto. Un plan que nos romperá un poco los esquemas. Ellos usan, desde hace un tiempo, bicicletas de montaña eléctricas, y nos persuaden para probarlas, sabiendo que son un artilugio por el que Isa siente curiosidad. Yo me habría conformado con una vuelta por la urbanización, pero Manuel insiste en ir al monte. El lleva otra bici, la vieja, y nosotros las 2 Specialized Turbo Levo de pata negra. Le seguimos, y nos llevamos una descomunal sorpresa con estos inventos. Sin ninguna preparación subimos por caminos que ni soñaríamos con una convencional, incluso con meses de preparación. Si bien el ejercicio es menos intenso, estas bicicletas permiten disfrutar de ellas y de la naturaleza mucho más tiempo, abriendo las posibilidades de uso. Maldita sea, que poco ha hecho falta para convencernos…

Volvemos a casa con el sol ya más bajo que el horizonte y guardamos las bicicletas con la cabeza dando vueltas. Carme y Manuel también nos han convencido para quedarnos una noche más, y llevarnos mañana a conocer el valle. Cenamos comida casera, muy rica, como hacía semanas que no probábamos. Con energías repuestas nos vamos todos a dormir, impacientes por el programa del día siguiente.

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