Club Tracer España

El lado oscuro te atrapa
Fecha actual Jue, 28 Mar 2024, 08:50

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MensajePublicado: Lun, 05 Jul 2021, 19:26 
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Se acercaba el día 17 de mayo, lunes y festivo en Galicia, por ser el Día das Letras Galegas, en que se conmemora nuestra lengua propia. Yo hacía tiempo que tenía en mente recorrer las 12 Aldeias Históricas, 12 pueblos lusos que por su cercanía al límite territorial entre Portugal y España, han sido desde tiempos inmemoriales escenarios de luchas y contiendas, razón por la cual casi todos ellos están fortificadas, y todos albergan una carga histórica y de mezcla de culturas que los convierten en un gran atractivo turístico.

Por situarlos geográficamente, la ruta que los recorre circunda la Serra da Estrela, entre la latitud de Ciudad Rodrigo y la de Plasencia, es decir, a medio camino entre Salamanca y Cáceres. El recorrido, parándonos a ver y conocer lugares, nos llevaría 2 días, y necesitaríamos otros 2 para ir y volver. · se me antojaban escasos, pero Isa propuso salir viernes 14 de mayo después de comer, y así nos daría tiempo. Ya teníamos un plan.

La duda estaba en si podríamos entrar legalmente en Portugal, si no se podía por ocio, … En fin, una serie de rumores que nos hacían dudar si poner en marcha el plan. En esos casos, lo mejor es atajar de raíz, olvidarse de dimes y diretes e ir a una fuente de información fiable. Y el consulado portugués fue esa fuente. La información, clara y precisa: no se podía entrar en Portugal para viajes de ocio por vía aérea; por carretera no había ninguna clase de restricción.

Ya teníamos plan, ya teníamos certeza de la posibilidad de poder realizarlo y tan solo nos quedaba encontrar alojamientos. Después de varios ajustes, optamos por olvidarnos de ubicaciones intermedias y dormir directamente en algunos de los pueblos objeto de visita. De este modo, el recorrido quedaría fijado con las siguientes etapas:


14 de mayo: Vigo – Trancoso
15 de mayo: Trancoso – Monsanto
16 de mayo: Monsanto – Linhares da Beira
17 de mayo: Linhares da Beira – Vigo

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El primer día de ruta visitaríamos Trancoso, Marialva, Castelo Rodrigo, Almeida, Castelo Mendo, Belmonte y Sortelha, y el segundo tocaría Monsanto, Idanha-a-Velha, Castelo Novo, Piódão, y Linhares da Beira. El primer día más cargado de paradas, el segundo más de kilómetros.

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MensajePublicado: Lun, 05 Jul 2021, 19:27 
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Día 1: Vigo - Trancoso

Llegó el viernes. Por la mañana tocó trabajar, pero el último día de la semana ambos tenemos las tardes libre, así que saldríamos después de comer. Como ha teníamos el equipaje hecho, solo tuvimos que cargarlo en la moto y ponernos en marcha. Aunque teníamos bastante tiempo, tampoco era el suficiente como para hacer una ruta con muchas “florituras”, por lo que el plan era hacer el trayecto lo más breve posible, bajando por autopista y autovía.

Sin embargo, el monótono zumbido del motor, unido a un molesto viento racheado, ya nos tenía un poco hartos antes de llegar a Porto. Con los atascos que se montan en la Ciudad Invicta nos desperezamos un poco, pero una vez pasado Grijó estábamos de nuevo en las mismas, por lo que tomamos la decisión de parar a tomar un café al Albergaría-a-Velha, do de la ruta pasaba de dirección sur a internarse hacia el centro de Portugal y revisar el plan.

Después de un par de tazas de té negro, una “broa de ovos moles” y un pastel de nata, nos pondría os de nuevo en camino, pero esta vez por carretera. Un primer tramo muy agradable, por la EN16 que une Aveiro con Vilar Formoso, discurriendo en paralelo al río Vouga, nos fue acercando en dirección este, hacia São Pedro do Sul. En un momento dado, antes de Viseu, el navegador nos empezó a derivar por carreteras secundarias, internándonos por preciosos parajes cubiertos de ginestas en flor, que teñían de amarillo la montaña. Así hasta llevarnos a la carretera IP5, que nos permitía avanzar casi al ritmo de una vía de alta capacidad, pero manteniendo el encanto de las carreteras convencionales.

La tarde iba cayendo mientras avanzábamos en dirección noreste, pasando pueblos mientras disfrutábamos de una temperatura agradable, ideal para un día de moto. Un empujón final nos llevaría sin volver a pisar la autovía hasta Trancoso, nuestro destino final, a cuya centro amurallado ingresamos ya bajo el crepúsculo. Apenas pudimos ver nada más que la plaza principal, con su “pelourinho” y la iglesia principal, además de la muralla que acabábamos de franquear. En la penumbra se distinguía altiva la silueta del castillo, que tendríamos tiempo de visitar al día siguiente por la mañana.

Era hora de instalarnos en nuestro alojamiento, que se hallaba situado en plena plaza principal. El “Solar Sampaio e Melo“ es un alojamiento que asociado a “Solares de Portugal”, alojamientos creados sobre casonas históricas. Está comfirmado por varias edificaciones del s. XVII, que llegaron a la familia Sampaio e Melo por casamiento. Tras haber sido vendida, finalmente fue recuperada por una descendiente directa y convertida en alojamiento turístico. Las diferentes edificaciones fueron unidas con elementos actuales hechos en madera, acero y vidrio, de modo que actualmente en una única finca tienen 4 habitaciones, 2 habitaciones superiores, 2 suites y 2 apartamentos, además de los espacios comunes: sala de estar, sala de juegos, biblioteca y piscina. La decoración, de estilo clásico pero muy funcional, trata de poner en valor mobiliario perteneciente a la familia, así como piezas de arte como pinturas y esculturas creadas por el abuelo de la actual propietaria. También tienen una exposición de útiles de medicina, que fueron empleados por el padre. Además del buen gusto en la decoración, merece la pena mencionar la calidad el acabado y el detalle.

Amablemente, el propietario del hotel nos recomendó un lugar para cenar, al lado del alojamiento. Una recomendación acertada a la postre, sin duda alguna; pero es que realmente resulta difícil comer mal en Portugal! El bajo del restaurante es una “garrafeira”, una tienda de vinos, a donde nos invitaron amablemente a pasar para elegir el caldo que acompañaría nuestra cena. Elegimos un vino de la región del Dão, un Quinta da Fata del año 2015, un tinto carnoso y afrutado, elaborado con la variedad autóctona Touriga Nacional. Un queso de Serra da Estrela horneado para compartir de primero, y a continuación jabalí a la brasa para Isa y una buena tajada de ternera para mi. Después de 360 km. bien nos merecíamos una buena cena. Para que no resultase excesiva, compartimos también un único postre, tarta de castañas con chocolate, y solo por terminar la botella de vino, que estaba realmente delicioso.

Tras el cierre de la hostelería, que en Portugal es a las 22:30, todavía sacamos un rato para para estirar las piernas dando un paseo por el centro. No muy largo, que estábamos cansados. Y es que además, en nuestra habitación nos aguardaba una gigantesca cama King Size en la que dar con nuestros huesos.

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MensajePublicado: Lun, 05 Jul 2021, 19:29 
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Dia 2: Trancoso - Monsanto

Vaya, qué bien se duerme en esas enormes!! Y por si no fuese suficiente, el desayuno del Solar Sampaio e Melo nos acabaría por poner las pilas para afrontar el día con energías renovadas. Pero todavía no había llegado el momento de irnos…

Trancoso

Una vez desayunados, nos echamos a la calle. Lo primero que hicimos fue visitar el castillo, una fortificación datada en el siglo X, del que permanecen en pie y en buen estado la alcazaba amurallada, con 5 torres y la torre del homenaje. Tras su levantamiento, el castillo pasó a manos musulmanas durante la ocupación de la península, de donde viene la característica forma de pirámide truncada de la torre principal, siendo recuperado por el Reino de León durante la Reconquista. Volvería sufrir asedios por los almohades, hasta que Dom Afonso Henriques lo incorporaría al recién gestado Reino de Portugal. Todavía volvería a sufrir ataques castellanos y posteriormente la invasión de la tropas francesas de Napoleón, hasta que cayó en el olvido. Por fortuna, el estado portugués lo rescató, lo rehabilitó y lo declaró Monumento Nacional.

Visitado el castillo, salimos a deambular por el pueblo, por las estrechas callejas empedradas de su recinto amurallado, alegremente invadidas por voluminosas matas de hortensias, que lamentablemente todavía no estaban en flor. Salimos de la muralla y volvimos entrar por la Porta d’El Rei, solemnemente jalonada por sendos torreones, y ya nos dejamos llevar hacia nuestro alojamiento, pasando por la plaza principal del pueblo, donde una estatua rinde tributo a uno de sus personajes más notables: António Gonçalves Annes Bandarra, zapatero y trovador, que se caracterizó por sus versos de carácter mesiánico, que curiosamente eran válidos tanto para el credo cristiano como para el judía, que cohabitaban el la localidad. Esto le valió para ser juzgado por el Tribunal de la Santa Inquisición, aunque fue apercibido con una pena leve, y pudo volver a Trancoso, donde moriría años más tarde.

Había llegado la hora de recoger y ponernos en marcha. Repostamos y rodeamos el pueblo para salir en dirección a Marialva, nuestro próximo destino. Al pasar tras el castillo, todavía pudimos divisar el alto muro que lo dellimita, así como las 2 barbacanas que lo protegen, además del propio desnivel del terreno. Desde luego que con los medios de la época, era absolutamente inexpugnable.

Según nos alejamos de Trancoso, la plomiza niebla se la mañana iba dejando paso a unos tenues rayos de sol, que alegraban la vista y parecían ser un mejor presagio para el resto de la jornada que lo que nos había acompañado durante las primeras horas de la mañana. Al poco nos incorporábamos a carretara Nacional IP2, que nos llevaba en poco más de 20 minutos al pie de la siguiente parada.

Marialva

En esta ocasión nos tocaba pagar entrada. Una entrada simbólica, porque fueron 1,5€ por persona. Yo creo se se debe pagar por entrar a este tipo de monumentos, y la exigua cantidad aportada hasta se me antoja escasa para los costes de mantenimiento y rehabilitación que tiene que tener un recinto de este tipo. En esta ocasión, se trataba más que un castillo, de un recinto fortificado. Nada más entrar destaca la torre del homenaje, pero en esta ocasión, toda el recinto circunvalado por la muralla se encuentra atestado de construcciones. La antigua sede municipal, la cárcel, el tribunal, el palacio una alcazaba se encontraban protegidos por la muralla, que complementaba su fortaleza por 5 torres y solamente se interrumpe en 2 puntos por las puertas que dan acceso al interior: la del Monte y la del Ángel de la Guarda, que se encuentran comunicadas por una calzada. De construcción más reciente se conservan 2 iglesias, y también se mantienen en pie otras construcciones como el “pelourinho”, que es como se denomina en portugués a la picota o rollo de justicia, la cisterna y el pozo que le daba acceso.

Según transcurría la mañana, el sol calentaba más, y esto hacía que costase menos volver a ponernos en marcha. El siguiente segmento de ruta ya no sería ni tan corto ni tan fácil. Ahora tomábamos rumbo este, por carreteras secundarias que serpenteaban hacia el fondo del valle que conforma el río Côa, pasando a escasa distancia de la Reserva Natural de Faia Brava, un santuario de grandes avez rapaces en pleno centro de Portugal. En esta ocasión recorreríamos casi 40 kilómetros, que nos dejarían en Castelo Rodrigo casi para la hora de comer.

Castelo Rodrigo

Enclavado en la cima de una colina, Castelo Rodrigo domina toda la llanura que, extendiéndose hacia el este, llega hasta España. Cuenta la leyenda que fue lugar de pernocta de San Francisco de Asís en su peregrinación hacia Santiago de Compostela, pues se cree que una antigua ruta jacobea discurría por aquí.

El castillo quizás sea el más pequeño de todos los visitados, y el que peores condiciones está. A su alrededor, el pueblo también conserva vestigios de la muralla que lo protegía, con sus 13 torres y 3 puestas, de las que queda en pie la llamada “de la Traición”.

Debido a la brevedad de la visita, y la cercanía de nuestro próximo destino, decidimos aplazar la comida 30 minutos y dirigirnos, esta vez de nuevo por carreteras más rectilíneas, hacia Almeida.

Almeida

Este pueblo ya resultó ser mucho más diferente del resto. Su origen es también medieval, haciendo crecer una población alrededor de un castillo, que por la época pertenecía al Reino de León. Sin embargo, en 1297, en virtud del Tratado de Alcañices, pasó a formar parte del Reino de Portugal, recibiendo carta foral del rey Dom Dinis. Pero 4 siglos más tarde, la Guerra de Restauración portuguesa traería un importante cambio que la llevaría a su conformación actual.

Durante poco más de un siglo, se llevaron a cabo obras de construcción de un recinto amurallado que convirtió a Almeida en una plaza fuerte, protegida por un muro en forma de estrella de 12 puntas, como si fuesen 2 hexágonos superpuestos, uno de ellos girado. Esta estructura estaba reforzada con 6 baluartes y otros tantos revellines, complementados con un foso de 12 metros de ancho, a lo largo de sus 2 kilómetro y medio de perímetro.

Esta estructura defensiva, similar a las de Valença de Minho y Elvas, tuvo que soportar numerosos asedios, y no fue hasta la tercera invasión francesa que un obús impactó sobre el polvorín, provocando una explosión que destruyó gran parte de la población, matando a más de 500 defensores.

Entramos en el pueblo y nos dimos una vuelta recorriendo la espectacular muralla. Habida cuenta de que la hora de comer se nos había venido encima, nos detuvimos a preguntar por un sitio para comer. Nada dentro de la plaza fuerte, pero nos recomendaron un restaurante a escasos 2 kilómetros del centro. Todo un acierto! Una ensalada para compartir, y 2 raciones de “bacalhau”: “à Brás”, revuelto con cebolla, patatas paja, perejil, aceitunas negras y huevo poco cuajado, y “à moda da casa”, frito con cebolla. Delicioso todo, como es habitual. Se notaba que estábamos cerca de la frontera con España, pues en un comedor enorme tan solo en una mesa se hablaba portugués.

Antes de irnos, nos volvimos a acercar a la muralla, a una de sus puertas principales. La vista más espectacular del pueblo de Almeida es desde al aire, pues permite percibir de un vistazo sus dimensiones y su monumentalidad, así que nos paramos con intención de sacar el dron, echarlo a volar y grabar desde lo más alto. Sin embargo, los 2 intentos que hicimos se vieron frustrados por las intensas ráfagas de viento que se habían levantado, y que nos acompañarían el resto de la jornada. Ante la desazón por no poder filmar como queríamos y el riesgo de perder el cuadricóptero, lo bajamos, guardamos los bártulos y nos dimos una última vuelta por el interior del recinto, antes de dirigirnos a la siguiente aldea.

Castelo Mendo

Poco más de 20 minutos nos separaban de Castelo Mendo, circunstancia que agradecimos, pues ante de que la modorra se adueñase de nosotros, teníamos que pararnos y estirar las piernas. El pueblo se encuentra situado sobre un cerro desde el que se domina el valle del río Côa, e incluso más allá, prácticamente hasta la Raia, la frontera con España, a poco más de 10 kilómetros en linea recta.

Al llegar a la entrada se encuentra uno con una explanada para aparcar, pero como íbamos en moto, y no se veía afluencia de visitantes, nos colamos hasta la cocina. Al recinto urbano se accede por una puerta que se conserva de su muralla medieval, la Porta da Vila, una abertura en la muralla entre 2 torreones. Al pie de cada uno de los ellos, flanqueando la puerta, exiten 2 verrracos vetones, figuras zoomorfas muestra de anteriores ocupaciones de la zona. Nada más franquear la puerta, dejamos a mano izquierda la iglesia de São Vicente, después de la cual continuamos por la calle principal hasta llegar al Largo do Pelourinho, plaza habitual en todos estos pueblos, con su rollo de justicia en medio. Seguimos adelante y llegamos al final de pueblo, a una loma que lo domina y en la que se encuentran los restos de lo que era el castillo. De él solo quedan en pie partes de la muralla aquí y allá, y en medio, ya desprovista de cubierta, la iglesia de Nossa Senhora do Castelo. En ella, una capilla lateral todavía conserva su artesonado de madera.

Terminada la visita a Castelo Mendo, volvíamos a tener gran distancia al siguiente destino. La ruta nos llevaría a las estribaciones de Guarda, la capital y ciudad más importante del distrito por donde nos moveríamos este día, que yace a los pies de la Serra da Estrela. En este punto, la ruta giraría en dirección sur y transitaríamos una carretera que flanquea la cadena montañosa, totalmente teñida de amarillo en esta época del año, hasta llegar al siguiente destino.

Belmonte

En primer lugar, cabe señalar que este pueblo es conocido por ser la cuna de Dom Pedro Álvares de Cabral, descubridor y conquistador de Brasil. Reza el mito que su misión era llevar a cabo una expedición a la India, por la ruta que circunvalaba África, recién inaugurada por Vasco da Gama, tratando de establecer relaciones en el comercio de especias que se saltasen el monopolio en manos de árabes, turcos y españoles. Pero adentrándose en el Atlántico en busca de vientos más propicios, estos empujaron la expedición de 13 naves hacia la costa sudamericana, que recorrió, reconociendo esas tierras como portuguesas en virtud del Tratado de Tordesillas de 1492. Envío una de sus naves a notificar al rey de Portugal y prosiguió con su misión de llegar a la India. La otra versión de la historia dice que el desvío fue deliberado…

La villa natal de Álvares de Cabral está coronada por un castillo medieval, que ostenta el escudo heráldico de esa familia. Es un castillo más bien sencillo, con un recinto amurallada y una única torre del homenaje. En el lateral de la muralla destaca una ornamentada ventana manuelina, signo inequívoco de la reforma posterior a su fundación que recibió el castillo. No llegamos a tiempo para visitarlo, pues la taquilla ya se encontraba cerrado; así que ante la imposibilidad de acceder, enviamos por aire a nuestro emisario robótico, con el que pudimos grabar una vista desde las alturas.

Otra de las características de Belmonte es la pervivencia de su comunidad judía sefardí, originariamente en su mayoría de España, exiliados tras la orden de expulsión dictada por los Reyes Católicos. También en Portugal el rey Manuel I dictó un decreto de expulsión, pero una parte de aquella comunidad permaneción aparentando una fingida conversión al cristianismo, aunque seguían profesando su religión, lo cual les valió el sobrenombre de “Marranos”.

La modorra tras la comida nos invitó a detenernos un rato en una terraza, donde tomamos un par de cervezas artesanas de la región. Nada extraordinario, honestamente. Callejeamos un poco más, y nos volvimos a subir a la moto en busca del último destino del día, Sortelha, que nos esperaba poco más de 20 kilómetros después.

Sortelha

Saramago escribió de ella en su libro Viaje a Portugal:
Citar:
Entrar en Sortelha es entrar en la Edad Media […] Lo que da carácter medieval a este aglomerado es la enormidad de las murallas que lo rodean, su espesor, y también la dureza de la calzada, las calles empinadas, y, encaramada sobre piedras gigantescas, la ciudadela, último refugio de los sitiados, última y tal vez inútil esperanza.
Nada más llegar, un indicador nos desviaba a la derecha por una estrecha y retorcida carretera adoquinada, hacia una torre con reloj que coronaba el pueblo. No parecía aquello algo tan monumental como lo que habíamos leído del lugar, pero al sobrepasar la loma, pudimos ver el castillo.

Una vez más nos encontrábamos con un amplio recinto fortificado, al estilo del que habíamos podido visitar a primera hora de la mañana en Marialva. En interior acoge multitud de edificaciones, muchas de ellas actualmente rehabilitadas como establecimientos de turismo rural.

Tras rescatar a Isa de las garras de un fértil cerezo que la mantenía atrapada, embelesada por sus carnosos frutos, nos dimos una vuelta por el castillo, desde el que la visión del todo el recinto interior de la muralla es más amplia. En la plaza principal, presidida, como no, por un “pelourinho”, nos encontramos de nuevo con edificaciones de estilo manuelino, tan singulares de la época y de este país.

El sol se encontraba ya muy cerca del horizonte, así que nos pusimos en marcha hacia la última parada del día: Monsanto, la declarada “aldeia mais portuguesa de Portugal”. Ya tan solo la llegada es espectacular, brillando el pueblo al sol dela tardecer como pegado a la falda de la montaña. Subimos por las estrechas callejuelas empedradas hasta que prácticamente no podíamos avanzar más y nos dirigimos a nuestro alojamiento, una casita rural llamada “Castello Monsanto”. La habitación que nos habían asignado era una magnífica atalaya desde la que podíamos divisar toda la planicie que se extiende a los pies del pueblo, con la torre del reloj en primer térmico, y magníficamente aderezada con la puesta de sol en una templada tarde primaveral del mes de mayo.

Lo unico que nos quedaba para rematar el día era la cena. Tras el festín de mediodía, algo ligero era procedente. Una tabla de embutidos y queso de oveja de la Serra da Estrela, y una botella de vino blanco de la Beira Interior nos dejaban satisfechos. El postre nos lo comeríamos en casa, después de dar un paseo por el pueblo: 2 “pasteis de cereija” y una pequeña botella de “Ginja” de Monsanto.

Cansados, pero contentos después de un día muy intenso, nos abandonamos al sueño reparador que nos diese energías para la jornada siguiente.

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MensajePublicado: Lun, 05 Jul 2021, 19:31 
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Día 3: Monsanto - Linhares da Beira

Monsanto

Mientras nos turnábamos para la ducha matutina, sonaba una llamada en la puerta, y es que ante la imposibilidad de usar el comedor de la casa para los huéspedes, nos servían el desayuno en la habitación. Desayuno con vistas. A continuación, nos vestimos y nos echamos a la calle.

Monsanto no tiene la estructura usual que nos habíamos encontrado hasta el momento, con un pueblo fortificado con un castillo en el centro. En esta caso, la población actual es posterior a la original, que se encuentra todavía más arriba, en la cumbre del Cabeço de Monsanto. Así que nos tocaba ascender un sendero de un escaso par de kilómtetros, entre tremendas moles de granito, hasta comenzar a divisar la muralla del pueblo primitivo. Escasas construcciones quedan en pié, poco más que una capilla en honor a San Miguel, más allá de vestigios de otras edificaciones. Y al fondo, majestuoso y entrelazado con las rocas, el castillo. Un castillo erigido por los caballeros de la Orden del Temple bajo las órdenes de Gualdim Pais, una vez que el lugar fue arrebatado de manos de los árabes por Don Afonso Henríques, el fundador de la nación portuguesa.

Las vistas desde el castillo son simplemente magníficos, pues se encuentra emplazado sobre la única cima de todo un valle, de manera que se domina un espacio de 360º. A todas luces, y más si tenemos en cuenta los medios de la época, se antoja con un reducto absolutamente inexpugnable, que en cierta medida nos recordaba los monasterios de Meteora al norte de Grecia, que pudimos visitar hace 3 años. La única ocasión en que el castillo sufrió daños fue muy posterior, ya en pleno siglo XIX, cuando la explosión de un polvorín lo destruyo gran parte.

Volvimos al pueblo caminando por otra ruta más directa, que nos dejó en el conglomerado de pendientes callejas estrechas, flanqueadas por casa que en muchos casos, apoyan algunas de sus paredes contra inmensas moles de rocas y que tan conocido han hecho a este pueblo. Nos dirigimos al alojamiento para cambiarnos, ponernos los atuendos de moteros, guardar el equipaje e iniciar la ruta un nuevo día. La primera parada no quedaba muy lejos.

Idanha-a-Velha

Una de las cosas más chulas del trayecto hacia Idanha-a-Velha es que gran parte del recorrido se hace con Monsanto a la vista. Una vez que se pierde, la carretera se adentra en un terreno ondulado, salpicado de olivares hasta que un desvío nos lleva a un pueblo atípico entre todos los que estamos recorriendo. Idanha-a-Velha no se encuentra en ningún promontorio significativo, sino más bien al borde de una llanura que termina en un pequeño barranco. Pero es que además, la primera ruina histórica que nos encontramos es de origen… romano!

La entrada a este pequeño pueblo, cuyo nobre fundacional era Egitania, se encuentra vigilada por 2 torreones semicirculares que formaban parte de la muralla defensiva que protegía todo el recinto. Una vez dentro todavía se puede visitar una torre de homenaje medieval que se encuentra medio abandonada entre las huertas de varias casa confluyentes, y su singular catedral visigótica, la única de este origen que se conserva en la península ibérica. Los alrededores de la catedral se encuentran en constante excavación arqueológica, y es posible obervar multitud de muestras de arte de diferentes culturas salpicando el terreno.

Siendo ya la media mañana del domingo, el centro del pueblo, a pesar de no contar siquiera con una centena de habitantes, se encontraba lleno de vida, así que nos detuvimos un rato a tomar una cerveza y picar algo. Departimos un rato con los propietarios del local, una pareja joven que había visitado la Costa da Morte, y nos pusimos en marcha para poder alcanzar nuestro segundo destino del día antes de la hora de comer.

Castelo Novo

La ruta del día de hay transcurriría mayoritariamente por el distrito de Castelo Branco, y habíamos ya alcanzado el punto más meridional en el trayecto que nos estaba haciendo rodear la Serra da Estela. Volvíamos a transitar carreteras secundarias, entre campos de cerezos completamente atestados. Una hora más tarde llegábamos a Castelo Novo.

El pueblo se encuentra encajado en una especie de anfiteatro, colgado de las laderas de la Serra da Gardunha. Del castillo apenas se conserva parte de la muralla y 2 torres semiderruidas a causa del terremoto de 1755. Sin embargo merece la pena pasear por su casco histórico, con numerosas casas blasonadas. Destaca entre ellas el Paço do Concelho, blasonada con el escudo de armas del rey João V, ubicada en una plaza en cuyo centro se ubica una fuente de estilo barroco. Detras, otra antigua torre del castillo, a la que posteriormente se incorporó un reloj, se erige como centinela del pueblo.

Bajamos hacia la zona más nueva y nos detuvimos en el único restaurante del lugar. Tras esperar poco más de 10 minutos, nos sentamos a la mesa para comer. Aunque era temprano, nuestra siguiente parada estaba distante, y se nos echaría el tiempo encima. Comimos con calma, hoy era un día menos intenso que el anterior, y tan solo nos quedaba una parada que hacer antes de pasar la noche.

Nos pusimos en marcha nuevamente. Hasta nuestro próximo destino, Piódâo, teníamos 2 opciones: la N230 o la N238, que rodean la Serra do Açor por el norte y por el sur, respectivamente. Tras haber hecho una consulta en las redes sociales unos días antes, la recomendación había sido escoger la primera de ellas. Una carretera preciosa, sin lugar a dudas, pero se no aguó la fiesta. Literalmente.

Ya antes de comer nos había parecido oír un par de truenos en la distancia, pero no le dimos demasiada importancia. Sin embargo, mientras dábamos cuenta de lo que habíamos pedido, empezaron a caer unas gotas que nos hicieron ir a por los cascos para que no se mojasen. Finalmente no fue nada, pero ya andábamos con la mosca tras la oreja… Nada más alcanzar Fundão y comenzar a ascender la sierra, nos encontramos el asfalto mojado. No llovía, afortunadamente, aunque si había bajado la temperatura y se divisaba niebla más adelante. Tan solo era necesario extremar la precaución y rodar con cuidado. Alcanzaos el punto más alto, Pedras Lavradas, y comenzamos a descender, por Teixeira da Cima hasta Vide. Por momentos el asfalto parecía seco y nos permitía avivar un poco el ritmo, si si aunque ente Castelo Novo y Piódâo no debe haber más de 30 kilómetros en línea recta, la ruta por carretera eran algo más del triple.

En Vide giramos a la izquierda y nos fuimos internando en un valle angosto, casi un cañón. No es de extrañas que Piódâo estuviese incomunicada para vehículos a motor hasta la década de los 70! La carretera, bacheada, sinuosa y mojada nos obligaba de nuevo a llevar un ritmo de cautela, hasta que al dar una curva vimos el pueblo. Si ya el lugar es bonito en si mismo, el ambiente frío y brumoso acentuaba un carácter melancólico. Aquí no hay castillos ni nada similar. Nos llegamos a preguntar: realmente quién querría conquistar este sitio? Seguro que la población vivía absolutamente tranquila, ignorantes en gran medida de los acontecimientos que sucedían a su alrededor.

Piódâo

Decenas de casas de lajas de pizarra cuelgan de la ladera del monte, y en medio de ellas, enter sus paredes pardas, destaca la blancura de la iglesia de Nossa Senhora da Conceição. El pueblo invita a perderse por sus callejuelas, subir, bajar y descubrir rincones. Sin embargo, nada más aparcar, comenzó a arreciar la lluvia y no nos quedó más remedio que buscar un refugio para poner la capa impermeable del traje. Una vez que amainó la lluvia si que pudimos dar ese paseo y perdernos ente sus casas. Desafortunadamente, todos los locales estaban cerrados a nuestra llegada, imaginamos que por restricción horaria debido a la pandemia, así que no demoramos mucho más tiempo allí. De camino de vuelta paramos en Foz d’Égua, un pintoresco enclave en la confluencia de 2 riachuelos que en verano embalsan el agua y se convierte en playa fluvial.

Sin más visitas que hacer, pusimos proa hacia Linhares da Beira, el lugar donde pasaríamos la última noche. La carretera nos devolvía a Vide y desde allí nos volvía a desviar de nuevo en dirección noreste, tomando la ruta más directa hacia Seia, ascendiendo poco a poco la Serra da Estrela. La carretera similar a la anterior, rota y retorcida, salvando obstáculos ladera arriba. La lluvia parecía que se había ido y no nos volvería a molestar, y en el cielo se abrían claros que dejaban pasar el sol. En una revuelta vimos coo uno de esos rayos impactaba directamente sobre el pueblo de Cabeça, haciendo refulgir sus paredes blancas entre el oscuro verdor de la montaña. Una estampa preciosa.

Seguimos ascendiendo hasta alcanzar la N231, amplia, seca y con 2 carriles, que nos llevaba hasta Seia, donde empalmaría con la N17. Siguiendo el contorno de la sierra, pasamos cerca de Gouveia y finalmente nos desviamos hacia Linhares da Beira. 6 kilómetros después de dejar la N17 alcanzábamos nuestro destino, otro pueblo de origen medieval, coronado por un castillo, a escasa media hora de Trancoso, donde habíamos empezado la ruta le día anterior.

El alojamiento elegido, un establecimiento del a fundación Inatel, resultó ser extraño, pero muy coqueto. Extraño porque si bien la recepción estaba en el edificio principal del antiguo Solar de Linhares, las habitaciones se encuentran en una pieza independiente, comunicada por un túnel por el cual se pueden entrever los fantásticos jardines del hotel. Tuvimos el tiempo justo para salir pitando, subir al castillo y poder divisar los últimos rayos de sol sobre el horizonte. Mientras el crepúsculo decaía, buscamos un sitio para cenar. No había muchas opciones, así que elegimos el restaurante Cova da Loba, un lugar tranquilo, ubicado en el sótano de una casa rústica, pero con una decoración totalmente contemporánea. Después de la cena todavía estuvimos departiendo un rato con los propietarios, hasta que viendo el cariz que etaba tomando el asunto, ente chupito y chupito, la prudencia nos aconsejó retirarnos, que al día siguiente todavía tendríamos faena por delante.

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Día 4: Linhares da Beira - Vigo

Linhares da Beira

Al igual que los 2 días anteriores, desayunamos vestidos de calle y nos fuimos a visitar el pueblo. Si bien el pueblo fue fundado en el siglo XII, al margen del a calazda romana que unís Viseu y Guarda, no fue hasta el reinado de Sancho I que se comenzó a levantar el castillo, que fue finalmente reformado hasta su aspecto actual por Don Dinis. El recinto fortificado se encuentra dividido en 2 por una muralla y se conservan las 2 torres: la del homenaje y la del reloj.

Con las casas de diferentes estilos que conforman el pueblo, cohabita la leyenda de que el mismísimo diablo residió allí, en una de ellas. Se encarnó en una sirvienta que trabajaba para dona Lopa de Sequeira, una de las vecinas del pueblo. Una mañana, San Antonio llamó a la puerta de la patrona advirtiéndole de la verdadera identidad de su sirvienta. Dona Lopa esparció harina en la puerta de casa, y tras pasar sobre ella la sirvienta, advirtió que dejaba huellas de cabra, constatando que efectivamente se trataba de Satanás, por lo que no le quedó más remedio que deshacerse de ella. En venganza, el diablo convirtió a doña Lope en loba, y quien sabe si es una de las que se oye aullar en la lejanía en las frías noches de invierno…

Habíamos llegado al punto final de la Ruta das Aldeias Históricas. Nos gustó mucho el recorrido y todas las visitas que habíamos hecho, pero era el momento de regresar. Nuestra idea inicial era tomar rumbo hacia Castro Daire, seguir hasta Castelo de Paiva y de ahí a Porto y finalizar por autovía el viaje, pues la espalda de Isa estaba dando severas señales de que no aguantaría mucho más. Salimos del pueblo y nos detuvimos a escasos kilómetros, para coger un par de plantas de romero que poner en nuestro mini-huerto, pues el que habíamos cogido en nuestra última visita a Serra da Estrela no había sobrevivido. Y al guardar las plantas en el cofre, nos percatamos de lo que iba a marcar la jornada: la banda de rodadura del neumático trasero estaba totalmente lisa, y en algún punto asomaba el cinturón de acero interior. Estábamos en las lonas.

La verdad es que el neumático se veía usado cuando salimos, pero todavía quedaba 1 milímetro hasta los testigos de desgaste. Sin embargo, la caída de este tipo de gomas hacia el final de su vida útil es instatánea, y no aguantó, por la razón que fuese. Bien sea por la carga de 2 mas equipajes, el calor, los asfaltos abrasivos que suele haber en Portugal, o la combinación de todo, estábamos en un serio problema. Así que optamos por variar el camino de vuelta, intentando pasar por lugares donde fuese más fácil encontrar una solución.

Bajando hacia el fondo de un valle, al coger una curva, llegó el primer susto en forma de trallazo. Bajamos todavía más el ritmo y continuamos hacia Mangualde, donde no encontramos ninguna opción para cambiar la rueda, por lo que optamos seguir por autovía hacia Viseu. Lo malo era que estábamos encima de la hora de comer, y no encontraríamos nada abierto. Había que decidir si esperábamos a la apertura y arriesgarnos a no encontrar nada, a pesar de ello, o arriesgarnos a continuar hasta Porto, donde si había localizado por teléfono un sitio que nos arreglarían la rueda. Paramos a mirar el estado del neumático, y seguía en la misma situación que lo habíamos visto al salir de Linhares, por lo que seguimos adelante, siempre por autovía y autopista.

Finalmente alcanzamos el taller Brás e Filho, en la Avenida da Constitução. Nos ofrecieron un neumático Metzeler Roadtecc 01, igual al que llevaba montado, y nos dieron tiempo para ir a comer algo mientras lo montaban. En 1 hora estábamos de vuelta, y la moto con su rueda trasera nueva. Ya que habíamos ido por autopistas, haríamos el resto del trayecto por carretera. Fuimos ascendiendo a lo largo de la costa, pasando Matosinhos, Vila do Conde, Póvoa de Varzim, Esposende, … pero los continuos atascos y tráfico lento nos llevaron a coger la autovía A28 hasta Darque, en donde volvimos a salir a carreteras convencionales. Cruzamos el rio Lima hacia Viana do Castelo pue la Ponte Eiffel y volvimos a tomar la carretera de la costa, por donde conduciríamos en tráfico fluido hasta Caminha. Tuvimos la tentación de cruzar en ferry hasta A Guarda, pero todavía no está en funcionamiento, por lo que continuamos carretera adelante. Al poco nos topábamos con un severo embotellamiento. Al igual que nosotros, muchos más gallegos habían tenido la idea de pasar este día festivo en Portugal, y estábamos volviendo todos a la misma hora. Por fortuna, una moto cabe perfectamente por el arcén, y poco a poco fuimos adelantando a toda la caravana.

Poco antes del nudo con la A28 nos encontramos con nuestro amigo José Luis, “Devilvigo”, y su mujer Sefi, que también volvían en coche. Quedamos en tomarnos algo en Vila Nova de Cerveira, que ya llevábamos un buen rato conduciendo. Después de un rato en buena compañía en la terraza de la plaza principal del pueblo, ya solo nos quedaba rematar la jornada. Cruzaríamos el puente internacional y nos dirigiríamos en línea recta, pasando por Tominño y Gondomar, hacia Vigo.

El viaje había concluído. Un viaje de 4 días, casi improvisado, ante las dudas iniciales de si podríamos entrar o no en Portugal por motivos de ocio. Finalmente pudimos, y valió la pena. Recorrimos carreteras divertidas, pudimos ver paisajes preciosos y de diferentes tipos y conocimos algo más de la historia de nuestro país vecino, un lugar de gente siempre hospitalaria y comida maravillosa. Una escapada perfecta para un fin de semana largo.

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MensajePublicado: Lun, 05 Jul 2021, 19:39 
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Ha sido un viaje cortito, pero fascinante. Ha tenido de todo: historia, gastronomía, paisajes, muchas curvas, ... Si entráis desde la Meseta se puede hacer la ruta comensando por Almeida, o desde del sur por Monsanto. Y si lleváis más días, se puede completar con alguna ruta por la Serra da Estrela, que queda justo en medio.

Por si alguna vez os atreveis, os dejo enlaces a los tracks:

Dia 1: Vigo - Trancoso
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Día 2: Trancoso - Monsanto
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Dia 3: Monsanto - Linhares da Beira
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Día 4: Linhares da Beira - Vigo
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MensajePublicado: Lun, 05 Jul 2021, 19:40 
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Y como colofón, el video:



Espero que os guste!

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MensajePublicado: Mié, 07 Jul 2021, 14:22 
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Como te lo curras, tron... Enhorabuena...
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MensajePublicado: Dom, 18 Jul 2021, 20:14 
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Buena ruta, Gracias!
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