Ruta del Ámbar, días 27 y 28
Días emocionalmente complicados. El plan para ayer era hacer alguna ruta por la Selva Negra, aprovechar esas carreteras de firme perfecto, curvas sinuosas y paisajes profundos para disfrutar de la moto. Pero como suele suceder, los planes se van al traste con una facilidad pasmosa. Y es que no es fácil ignorar el lugar donde naciste y donde comenzó tu infancia, al cual no puedes venir con la frecuencia que quisieras. Así que entre unas cosas y otras, nos pasamos la mañana paseando por el pueblo, recordando personas, momentos y lugares. Para mi fortuna, me acompañaba la persona que mejor comprende que siento en ese lugar, y son razones como esta las que nos han llevado a compartir aventuras y la vida.
Finalmente, después de comer si conseguimos hacer alguna visita fuera del pueblo, y una rutilla en moto, para terminar retirándonos temprano, que lo peor estaba por venir.
Y ya es bastante malo tener que levantarse a las 4 de la mañana para partir, incluyendo un poco de motocross urbano por las calles de Basel (cosas que pasan cuando no vas atento y acabas subido al anden del tranvía). Pero eso no es lo peor. El trago mas duro es dejar a tu compañera de aventuras en el aeropuerto porque ella tiene que llegar antes. Y es lo peor porque ella se va preocupada por ti, que te quedan 2.000 km. en moto por delante, y porque esta aventura es de los dos y no quieres que se acabe así, cada uno por un lado.
El caso es que, a pesar de todo, este si era el plan previsto e inamovible, y había que cumplirlo. Por tanto, Isa volando de vuelta a casa y a mi que me tocaba arrear con la burra, según mi previsión, hasta Angouleme. Pero el día fue mejor de lo previsto, y había pasado mi objetivo para esa primera parada a las 3 de la tarde, de manera que me dejé llevan y finalmente he alcanzado hoy la parada del segundo día de regreso. De modo que ahora mismo me encuentro en Arrasate con 1 día de adelanto sobre lo planificado, visitando a la familia que tan pocas veces nos vemos, y que a pesar de ello, siempre tienen los brazos abiertos para recibirte.
Dias de emociones encontradas. Como fue emocionante recordar los viajes de ida y vuelta desde Alemania a Galicia, con mis padres en coche, desde el cual divisaba los puestos ambulantes de patatas fritas a pie de carretera. Esta vez he podido ver como siguen ahí, y aunque ya no tienen el encanto de aquellas furgonetas Citröen H, no he podido resistirme a parar y pedir una ración.
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